La adolescencia y la
juventud son etapas muy importantes en nuestra vida. Comenzamos a forjar
nuestra identidad. Por ello muchas veces imitadores de los otros. Nos
identificamos con otros y tratamos de ser como ellos. Los adolescentes siguen
patrones de conducta que les permitan colocarse en un buen estatus de popularidad. El problema es que a veces
ese modelo no es el mejor ni el más sano, sino que seguimos modelos buscando encontrar fama, poder y riqueza.
Cosas que terminan perjudicando más nuestras vidas.
La Iglesia y la Pastoral Juvenil han de ser el lugar de encuentro
y formación de los jóvenes y adolescentes
que buscan y quieren un mundo mejor.
Queremos que juntos hagamos un
camino de discernimiento vocacional, garantizando el crecimiento y la formación
humana, cristiana y franciscana.
Un relanzamiento de la
pastoral juvenil requiere jóvenes dispuestos y responsables. Jóvenes con
sueños e ideales, jóvenes comprometidos
consigo mismos y con su comunidad.
Queremos crear pequeñas
comunidades de jóvenes y adolescentes. Con intereses y deseos comunes. Que se
preocupen por su auto formación y crecimiento humano-espiritual. Queremos
jóvenes artífices y dueños de su propio destino. Jóvenes capaces de encontrar
el verdadero sentido de su vida, luchar y perseverar por sus más hondas
convicciones. Jóvenes despiertos, animados, capaces de animar y contagiar con
su espíritu a tantos otros que viven con
el espíritu apocado, tristes, fuera de sí, sin rumbo ni sentido.
Queremos una Iglesia joven,
alegre, despierta y misionera. Una Iglesia que va más allá de los muros, del
encierro. Una Iglesia que celebra y goza
en la Eucaristía. Una Iglesia que va al encuentro y promoción de los jóvenes.
Pero todo eso se hará con el
esfuerzo particular y comunitario de todos ustedes. Solo la unidad y la
constancia podrán dar razón de todo lo que queremos.
Se preguntarán ustedes,
mejor dicho, les pregunto: ¿creen que es necesario que nuestra parroquia tenga
grupos juveniles? ¿Es imperativo cuidar de la Pastoral Juvenil? Si la respuesta
es afirmativa, pensemos en los medios con que contamos para hacer esto
realidad. Pensemos también en las cosas que se hacen necesarias y sin las
cuales no lograremos hacer nada, es decir, las tres cosas que hemos de procurar
conocer y amar:
- 1. El Encuentro con Jesús en la Eucaristía Dominical.
- 2. La Formación dentro de un grupo eclesial, en nuestro caso, un grupo juvenil.
- 3. El Apostolado personal, un servicio a la comunidad eclesial.
Conocer y amar más a Jesús
será nuestra tarea y nuestra misión será hacerle conocer y amar más por los
demás.
Podrían preguntarse ¿cómo
podríamos logra eso? Desde que nos bautizamos estamos injertados en nuestra
gran familia que se llama Iglesia, en la que Jesús marca el camino. Él es el
camino, la verdad y la vida. Eso hemos venido aprendiendo un poco de él, pero
ese poco lo hacemos de menos cuando no nos preocupamos por crecer. Nuestra experiencia
de fe debería seguir más o menos el rumbo que llevamos en la escuela de modo
que al pasar de los años vayamos de menos a más.
Tenemos los sacramentos de
Iniciación Cristiana, que son Bautismo, Confirmación y la Eucaristía. Son de
iniciación, apenas para iniciar el camino. Luego hemos de buscar perseverar y
crecer en la Fe, la Esperanza y el Amor, procurando la catequesis permanente,
la asidua participación en la Confesión y en la Eucaristía. Procurando prestar
un servicio a la comunidad y sobre todo: estar dispuesto en todo momento a
Seguir al Señor para hacer su voluntad.
Esperamos que una vez que
consolidemos la Pastoral Juvenil, haya más procesos de discernimiento
vocacional para la Vida Religiosa y Sacerdotal, así como un buen
discernimiento para la vida Matrimonial
o con una opción de Soltería como laico comprometido. Lo importante es que en
el tiempo en que estamos en la pastoral juvenil lo aprovechemos para buscar y
encontrar nuestro lugar dentro de la Comunidad Eclesial.
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