Y el verbo se hizo carne en mujer casta y soñadora de un nuevo mundo que nace, de un tiempo nuevo que añora. De virginal belleza y humildad serena fue la niña que del cielo robó: la luz fecunda y esperanza plena, y en su útero, cual custodia, a Dios llevó. Tus manos están gastadas y callosas de tanto trabajo en el hogar. Pero son esas manos las que llevan la mejor caricia que al rey del cielo has de dar. Tus pies están agrietados por el calor de la arena que de ir y venir se llenan de sol, cansancio y penas del pueblo que camina y busca la vida nueva. Eres la niña, eres la señora, la virgen y madre del redentor. Eres la más amable de las criaturas, eres del hijo, la madre del amor. Eres la fiel seguidora del maestro que del pesebre a la cruz mostraste ser discípula y misionera, y concretaste obras de amor real y sincero. De dolores de parto y de martirio eres, la fuente de la fortaleza humana. Eres la fuerza y la ternura,...
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