Publicado por Enrique Nuñez | 0 comentarios

El sacerdote en el mundo digital con plena fidelidad al Evangelio



Queridos hermanos y hermanas:
El tema de la próxima Jornada mundial de las
comunicaciones sociales -"El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra"- se inserta muy apropiadamente en el camino del Año sacerdotal, y pone en primer plano la reflexión sobre un ámbito pastoral vasto y delicado como es el de la comunicación y el mundo digital, ofreciendo al sacerdote nuevas posibilidades de realizar su particular servicio
a la Palabra y de la Palabra. Las comunidades eclesiales han incorporado desde hace tiempo los nuevos medios de comunicación como instrumentos ordinarios de expresión y de contacto con el propio territorio, instaurado en muchos casos formas de diálogo aún de mayor alcance, pero su reciente y amplia difusión, así como su notable influencia, hacen cada vez más importante y útil su uso en el ministerio sacerdotal.
La tarea primaria del sacerdote consiste en anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en él y con él. En esto reside la altísima dignidad y belleza de la misión sacerdotal, en la que se hace realidad de manera
privilegiada lo que afirma el apóstol san Pablo: "Dice la Escritura: "Nadie que cree en él quedará defraudado"... Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará". Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo si no creen en él? ¿Cómo van a creer si no oyen hablar de él? ¿Y cómo van a oír sin alguien que les predique? ¿Y cómo van a predicar si no los envían?" (
Rm 10, 11.13-15).
Las vías de
comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un contexto de grandes cambios culturales y que se notan especialmente en el mundo juvenil. En verdad, el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: "¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!" (
1 Co 9, 16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz. A este respecto, el sacerdote se encuentra como al inicio de una "nueva historia", porque en la medida en que estas nuevas tecnologías susciten relaciones cada vez más intensas, y cuanto más se amplíen las fronteras del mundo digital, tanto más se verá llamado a ocuparse pastoralmente de este campo, multiplicando su esfuerzo para poner dichos medios al servicio de la Palabra.
Sin embargo, la creciente
multimedialidad y la gran variedad de funciones que hay en la comunicación pueden conllevar el riesgo de un uso dictado sobre todo por la mera exigencia de hacerse presentes, considerando erróneamente internet sólo como un espacio que debe ocuparse. Por el contrario, a los presbíteros se pide la capacidad de participar en el mundo digital con constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para desempeñar su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas "voces" surgidas en el mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (fotos, vídeos, animaciones, blogs, páginas web), que constituyen ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis.
Mediante estos medios modernos de
comunicación, el sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir el uso oportuno y competente de tales medios -adquirido también en el período de formación- con una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su constante diálogo con el Señor. En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe trasparentar, más que la mano de un simple operador de los medios, su corazón de consagrado para dar alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino también al continuo flujo comunicativo de la "red".
También en el mundo digital se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual. En efecto, la pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de nuestro tiempo y a la humanidad desorientada de hoy "que Dios está cerca; que en Cristo todos nos pertenecemos mutuamente" (
Discurso a la Curia romana para el intercambio de felicitaciones navideñas, 21 de diciembre de 2009: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de diciembre de 2009, p. 10).
¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir
adecuadamente el futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven nuestro tiempo "digital" los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios, que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así
navegar mar adentro entre las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que, a través de las nuevas formas de comunicación, él pueda avanzar por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: "Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos" (Ap 3, 20).
En el Mensaje del año pasado animé a los responsables de los procesos
comunicativos a promover una cultura de respeto por la dignidad y el valor de la persona humana. Esta es una de las formas en que la Iglesia está llamada a ejercer una "diaconía de la cultura" en el actual "continente digital". Con el Evangelio en las manos y en el corazón, es necesario reafirmar que hemos de continuar preparando caminos que conduzcan a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda como primer paso de la evangelización. Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes, pues los nuevos medios permiten entrar en contacto con creyentes de cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas. Así como el profeta Isaías llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos (cf.
Is 56, 7), quizá sea posible imaginar que podamos abrir en la red un espacio -como el "patio de los gentiles" del Templo de Jerusalén- también a aquellos para quienes Dios sigue siendo un desconocido.
El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión más amplia, todo el mundo digital, representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para cada persona en la
singularidad de su ser, y un estímulo para el debate y el diálogo. Pero constituyen también una gran oportunidad para los creyentes. Ningún camino puede ni debe estar cerrado a quien, en el nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano. Los nuevos medios, por tanto, ofrecen ante todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una comunión amplia y concreta; a ser testigos, en el mundo actual, de la vida siempre nueva que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que vino a nosotros para salvarnos. No hay que olvidar, sin embargo, que la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva ante todo de Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos, sobre todo en el de la santísima Eucaristía y en el de la Reconciliación.
Queridos sacerdotes, os renuevo la invitación a aprovechar con sabiduría las oportunidades específicas que ofrece la
comunicación moderna. Que el Señor os convierta en anunciadores apasionados de la buena noticia también en la nueva "ágora" que han dado a luz los nuevos medios de comunicación.
Con estos deseos, invoco sobre vosotros la protección de la Madre de Dios y del santo cura de
Ars, y con afecto imparto a cada uno la bendición apostólica.
Vaticano, 24 de enero de 2010, fiesta de San Francisco de Sales.


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