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LA ORACIÓN, BÚSQUEDA DE LA UNIÓN CON CRISTO.

LA ORACIÓN, BÚSQUEDA DE LA UNIÓN CON CRISTO.
* Fr. Francisco Sequeira, OP – San Salvador, El Salvador.

Dentro del marco del año sacerdotal la Congregación para el Clero continua proponiendo (ya desde el año 2007 que se propuso el proyecto) la Adoración Eucarística para la santificación de los sacerdotes y la maternidad espiritual. No me quiero adentrar en grandes disquisiciones sobre la maternidad espiritual, quiero más bien señalar algo que se ha dicho mucho, pero que vale la pena insistirlo como Vida Religiosa joven: “El misterio y la realidad de la Iglesia no se reducen a la estructura jerárquica, a la liturgia, a los sacramentos y a los ordenamientos jurídicos. En efecto, la naturaleza íntima de la Iglesia y el origen primario de su eficiencia santificadora, hay que buscarla en la mística unión con Cristo” (Congregatio Pro Clericis, 2007).

Es fácil caer en la tentación de absolutizar la institución eclesial, las actividades pastorales, la misma comunidad o nuestros modos de hacer las cosas en detrimento de la búsqueda de la unión con Cristo. No se trata de un pietismo intimista y quietista que, como con razón señala Marx, se convierte en opio no sólo del pueblo si no de uno mismo y que probablemente sirva para ocultar realidades internas psicológicas con tintes de espiritualidad. No se trata de eso, si no de revitalizar aquello que ya el Doctor Angélico decía era la esencia de la Vida Consagrada: “contemplar y dar de lo contemplado”.

La oración cristiana, con su profunda raigambre histórica en el doble sentido de ser una constante en la historia de la Iglesia cómo en su enraizamiento “en los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”, se convierte pues en un elemento imprescindible e impostergable para la vivencia de nuestra Vida Religiosa. Esta vivencia de ser orantes desde el profundo del ser, con el corazón, se traduce luego en sentido para el servicio dentro de los ministerios instituidos en la Iglesia, da sentido a la liturgia, impulsa a los sacramentos (sobre todo de la Reconciliación y la Eucaristía) y da sentido al cumplimiento de aquello que es normativo en tanto en cuanto esté orientado a dar sentido a la vida y a impulsar y cualificar nuestro discipulado, pero también a poder recrearlo según los tiempos y las necesidades. Creo que como jóvenes religiosos debemos impulsar nuestra vida de oración lo más posible siendo no solamente contemplativos en la acción, sino también teniendo acciones contemplativas dentro de nuestras realidades pastorales y de estudio. De Domingo de Guzmán, fundador de la Orden a la que pertenezco, se dice en el proceso de canonización que los días los dedicaba a la gente y las noches las dedicaba a Dios en la oración, sirva sólo de ejemplo, igual que cualquiera de nuestros fundadores y fundadoras: siempre con las manos en el arado, los ojos puestos en el camino, y el espíritu elevado a Dios.

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