Publicado por Fr. Francisco, OP | 1 comentarios

Monseñor Romero, un don para la Iglesia.


MONSEÑOR ROMERO...
UN DON PARA LA IGLESIA


* Fr. Luis Diego Segura Céspedes, OP


A mi muy humilde opinión en muchas ocasiones se ha subutilizado la figura de Mons. Oscar Arnulfo Romero, convirtiéndolo solamente en un “líder revolucionario” opuesto a la oligarquía de extrema derecha, o como un agitador ideológico que volcaba conciencias, cuando verdaderamente su defensa por el pueblo salvadoreño abocaba a una profunda experiencia de Dios y a una obediencia eclesial en tanto la Iglesia tiene la misión como madre y maestra de potenciar, animar y orientar procesos humanizadores que busquen la defensa del anhelo por la equidad y la justicia dentro de cualquier sociedad. Como el mismo expresaba: “No me interesa la política. Lo que me importa es que el Pastor tiene que estar donde está el sufrimiento, y yo he venido, como he ido a todos los lugares donde hay dolor y muerte, a llevar la palabra de consuelo para los que sufren” (Homilía 30/10/1977).

La congruencia con el Evangelio, fue definitivamente lo que le permitió a Romero llevar hasta las últimas consecuencias sus motivaciones más profundas. No podemos olvidar que el martirio dentro de la Iglesia es un don de Dios, no es una lucha utópica ni altruista, el martirio verdadero está profundamente unido a una experiencia cristológica, donde la compasión fue la fuente de su esperanza, dicha compasión lo llevó a saborear la redención fuerte de la cruz. Santo Tomás afirma que, si la muerte tiene una relación clara con la de Cristo, es mártir quien muere defendiendo la sociedad (res publica) contra los ataques de sus enemigos que intentan corromper la fe cristiana (Tomás de Aquino, S. Th., In IV Sent. dist. 49, q. 5, a. 3, qc. 2 ad 11). La corrupción de la fe de Cristo a que se opone ese defensor de la sociedad puede referirse también a una dimensión concreta de la convicción cristiana, pues de lo contrario tampoco podría considerarse como martirio el hecho de soportar pasivamente la muerte por una exigencia ética y cristiana concreta.

La verdadera revolución que deseaba impulsar Monseñor Romero, era la de convertir corazones, la de concientizar a su pueblo de las exigencias a las que nos compromete el Evangelio en especial la tarea de traducir nuestra fe en actos de amor hacia la humanidad.

Un hombre que fue muriendo a sí mismo, desde sus opciones fundamentales recibió la palma del martirio, el despreciar los honores, el vivir en medio de enfermos terminales de cáncer en el hospitalito de la Divina Providencia sin seguridad alguna, nos manifiestan que era una persona totalmente libre pero totalmente dispuesto a obedecer la voluntad del Padre.

Un Dios-Padre, del cual se identificó en su labor de Pastor al lado de su pueblo, tomo consigo las tristezas y el sufrimiento de todos los salvadoreños, inclusive de los opresores a los cuáles siempre llamó al arrepentimiento.

De Monseñor nos cuentan que las decisiones más importantes las discernía frente al Sagrario, en el silencio de la oración. De ahí surgía su profetismo, al lado de Dios y del clamor de sus hermanos. Romero no hacía el bien por filantropía, lo hacía porque Dios habitaba dentro de él, de esta manera consiguió encarnarse en el sufrimiento de su pueblo.

1 comentario:

  1. En el contexto de los 30 años de martirio de Monseñor Romero; considero que el texto es atinado; nos abre la posibilidad de comprender que la apuesta de Monseñor Romero era y sigue siendo, "El Reino de Dios", un reino que implica la entrega de todo, que nos lleva al seguimiento radical; un reino que sólo lo podemos comprender desde la óptica de las personas más desfavorecidas de la sociedad.
    Y Monseñor Romero es un paradigma hoy, un hombre que nos hace pensar que sólo el profetismo de palabra y vida nos darán la pauta para construir una iglesia con y para los pobres.

    Y el martirio? un don indiscutible. "No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo" Mt 10, 28a.

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