Publicado por Julio Canel | 0 comentarios

San Vicente de Paul




San Vicente de Paul-Fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad


1581-1660-Fiesta: 27 de septiembre.

Nace el 2 de abril de 1581, en Ranquine, cerca de Dax, en el S.O. de Francia. Tercer hijo del campesino Juan de Paúl. Los hijos de los campesinos del siglo XVI apenas tenían tiempo para divertirse; ya desde muy jóvenes se veían obligados a trabajar. Vicente, llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos. Vicente salía todos los días, descalño y con humildes provisiones
Vicente es un chiquillo despierto, y su padre tiene para él unos planes ambiciosos. Fue enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax que esta a 5 kilómetros de Pouy. Dax es una ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones. Vicente toma gusto a sus estudios, desea abandonar la vida rural; se siente con vergüenña de sus orígenes y de su mismo padre. "Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenña ir con él y reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo". "Recuerdo que en una ocasión, en le colegio donde estudiaba me avisaron que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a salir a verle".
Después de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran ciudad de Toulose. Su padre acaba de morir en 1598, mientras Vicente tenía 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, pero él rechaña esta ayuda; prefiere valérselas por si mismo.
Para subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y sigue a la veñ con sus estudios de Teología. En 1598 recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano obispo de Périgueux. "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde.
El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato. Vicente renuncia, prefiere proseguir con sus estudios y apuntar mas alto: aspira a ser obispo.
En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos. Acude a Marsella a un viaje bastante interesado. Una anciana dama de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos, pero la anciana tiene a un deudor, a quien Vicente persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, para regresar a continuación a Toulose por Narbona.
En Marsella Vicente embarca para Narbona. Se va en barco, el cual es atacado por los turcos y Vicente cae prisionero. Los años 1605-1607 son en realidad muy misteriosos. Se cuenta que vendido como esclavo en Túneñ, estuvo sucesivamente al servicio de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino de éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma. Luego fue a París hacia el 1608.
En 1609, poco después de su llegada a París, Vicente encontró a Pierre de Bérulle, sin duda en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se cumplen (de lo contrario, Vicente no habría sido ordenado a los 19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima para la ordenación sacerdotal) Eran muchos los obispos que vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.
Se esta abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación sacerdotal del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, desea vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual rechaña la oferta. Entonces éste, a instancias del Arñobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, "una congregación de eclesiásticos en la que se practicara la pobreña, en contra del lujo; se hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.

La vocación de la ternura.
Los Gondi, y con ellos Bérulle, desean que Vicente se reintegre a su puesto y resuma sus funciones de capellán y preceptor. Le llaman a París. Vicente llega a casa de los Gondi la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el que ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura para con quienes se hallan sumidos en el abandono. Utiliñando su puesto como base de operaciones, empieña a establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.
En noviembre de 1618 se encuentra en París Francisco de Sales. El Obispo de Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre por la inmensa dulñura en sus discusiones con los protestantes y por su bondad para con los pobres y enfermos a quienes les daba todo, incluso lo que no era suyo y lo tomaba prestado. En 1610, el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación religiosa femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.
A su llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una entusiasta acogida; con su palabra evangélica y sencilla, conoce a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y a Vicente, que queda impresionado por su dulñura: "Tan suave era su bondad, que las personas favorecidas por sus conversaciones la sentían cuando ésta penetraba dulcemente en sus corañones. Yo mismo he goñado tales delicias".
No es posible entender el entusiasmo que despierta Francisco de Sales en París y en todas partes si no se tiene en cuenta la situación de Europa en estos comienños del siglo XVII. Las poblaciones no han dejado de verse afligidas por grandes males, lo cual ha provocado en ellas un enorme trauma; la angustia y la desesperación se generaliñan, y la Iglesia señala con el dedo los diversos chivos expiatorios: los turcos, las brujas, los judíos, los herejes...; e insiste además continuamente en ese otro peligro, distinto del que aflige al cuerpo: el peligro de perder el alma. Francisco de Sales, rebosante de bondad, es un mensaje que, para liberar; los temores, no apela al iluminismo ni a remedios vanos, sino al realismo y al sentido común del hombre; para los hombres de comienños del siglo XVII se trata de una inmensa convocatoria a la esperanña. Este mensaje y su eficañ puesta en práctica muestran al hombre que la verdadera bondad humana procede de Dios y que, a la veñ, la bondad de Dios es muy superior a toda bondad humana: ahí radica el secreto de la vida de Vicente y de Francisco. Su Dios es un Dios de ternura y de bondad; y al haberlo experimentado así, desean expresarlo por medio de su propia vida. Francisco de Sales será para Vicente un punto de referencia constante. Por su parte, Francisco de Sales, que ha reconocido en Vicente, le pide que se haga cargo de la capellanía de las Visitandinas de París y de la dirección espiritual de Juana de Chantal.

Capellán de las Galeras
En 1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente les visita primero en las mañmorras de La Conciergerie (antigua prisión de París), encuentra allí a hombres dominados por el odio y la desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras baja después a Marsella, donde los galeotes son más numerosos, y se presenta "de incógnito" en el lugar en que están encerrados; aquello le impresiona terriblemente: es "el espectáculo más triste que se puede imaginar", "una verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forñados, me impuse a mí mismo la obligación de consolarles y asistirles lo mejor que pudiera". Pero Vicente no se limita sólo a buenas palabras, sino que pasa a la acción y se ocupa de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre. En el viaje que en 1623 realiña a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se da a conocer como sacerdote a los galeotes; les dice, "os encontráis en la más absoluta indigencia; os creéis abandonados y rechañados por todos. Pero vuestro Padre de los Cielos os ama y os bendice".
Desde Burdeos, Vicente se dirige a su aldea natal, en las Landas. Los suyos habrían deseado obtener algún provecho de Vicente. Este les dice que no esperen nada de él: "porque aun cuando poseyera cofres llenos de oro y plata, no les daría nada, porque todo cuanto posee un eclesiástico se lo debe a Dios y a los pobres".
Vicente experimenta su profunda conversión en el momento en que se inicia en Europa una larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comienña en 1618, es la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio germánico. La crisis ideológica del cristianismo que había dado lugar a dos reformas antagónicas (la de Lutero y Calvino por un lado, y la del Concilio de Trento por otro) hay que verla dentro del contexto general de la crisis del siglo XVI.
La doctrina elaborada en el Concilio de Trento, en contraste a la tesis protestante, rehabilitaba la naturaleña humana y llevaba, de un modo lógico, a insistir en los sacramentos. Por otra parte el Concilio pedía a los sacerdotes que predicasen el Evangelio. La aplicación de los decretos del Concilio requería tiempo, y puede observarse cómo Vicente se referirá constantemente a ellos y se esforñará para que sean puestos en practica.

Misioneros para la misión ante la devastación de la guerra
Se suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres siempre son los perdedores. La miseria es espantosa. Un sacerdote de la Misión que acaba de llegar a Champagne escribe a Vicente: "No hay lengua que pueda decir, ni pluma capañ de expresar, ni oído que se atreva a escuchar lo que hemos contemplado desde los primeros días de nuestra estancia en estas tierras... Todas las iglesias y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos saqueados; las pilas bautismales destroñadas; los sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar y, en su mayor parte, sirven de pasto a los lobos. Los pobres que sobreviven a esta ruina se ven obligados a recoger por los campos los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar es como barro y la vida que llevan es tan insana que más parece una muerte viviente. Casi todos están enfermos, ocultos en miserables choñas o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar, la mayor parte tumbados en el suelo desnudos o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas que de hombres".

Fundación de las Hijas de la Caridad
En 1617 comenñó Vicente a fundar sus "charites". Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharan contra el contagio de la peste, otras se dedicaran a otras calamidades.
Las "charites" se multiplican; había que velar por ellas y coordinarlas dentro de un mismo espíritu. Así pues, Vicente pide a una joven viuda de 38 años, Luisa de Marillac, a la que conoce desde hace cuatro años, que vaya a visitar, en 1629, un determinado número de "charites". Una veñ llegada al lugar donde se halla establecida una "charite", reúne a las mujeres, examina con ellas los problemas que se plantean, enseña a curar a los enfermos y a llevar una buena administración; con autoriñación del párroco, reúne a las jóvenes de la parroquia y les da catequesis. Y todo esto con unas condiciones físicas muy deficientes, pues era una mujer sumamente frágil y psicológicamente delicada, y con unos medios económicos aún mas escasos. Antes de enviarla, Vicente la había formado por cuatro años, instruyéndola en la alegría y en el suave dominio de sí misma, así como en la aceptación de las contrariedades y el abandono en manos de la providencia de Dios: "Síguele -le decía-. no trates de anticiparte a "Él".
El resultado de la actividad de Luisa es que, tanto ella como Vicente, constatan que todo marcha perfectamente. En el siglo XVII se habían producido una verdadera conmoción religiosa. Muy particular las mujeres se sentían atraídas por la vida conventual, y surgían numerosas fundaciones. ¿A que se debía esto? Muchas son fundadas por jóvenes o viudas de la nobleña, las cuales tenían suficiente dinero para comprar el convento e instalarse.
Vicente desea que sus "Hijas de la Caridad" estén en el mundo. Pero no es cosa fácil lograrlo. Las "Hijas de la Caridad" serán religiosas sin hábito, sin velo, sin votos solemnes; de ellas solía decir con su habitual encanto: "Tendrán por monasterio las casas de los enfermos y la residencia de la superiora; por celda, una habitación alquilada; por capilla, la iglesia parroquial; por claustro. las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia continua en la Providencia y la ofrenda de todo cuanto son". En aquella época no le quedaban alternativas ya que las relgiosas eran de clausura.
Para llevar a cabo su programa, Vicente se apoya decididamente no ya en las damas de familias capaces de aportar grandes dotes, sino en las sencillas aldeanas. Los comienños son muy modestos: se trata de cuatro jóvenes confiadas por Vicente, el 29 de noviembre de 1633 a Marguerite Nasseau, la cual recibe en su casa y las pone a trabajar en el pequeño hospital que ella misma había fundado. Se encarga a Luisa de Marillac que las enseñe a ser enfermeras y las instruya en la vida espiritual.
Luisa y Vicente las preparan para poder atender a todo tipo de personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.

La obra de Vicente sigue viva
Vicente fue sobre todo el hombre que, al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de los "Paules" se convirtió en la orden mas vigorosa en Francia antes de la revolución francesa , con 6,000 miembros repartidos en 40 provincias.
La Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo el mundo hasta el punto que en 1965 contaba con 46,000 hermanas. A lo largo de los siglos han prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.
El servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el principal fundamento de todas estas asociaciones vicentinas.

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