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El seguimiento de Cristo pobre y crucificado.

El seguimiento de Jesús, nace de un profundo encuentro con su persona y su proyecto. Si no existe un verdadero encuentro con su Evangelio difícilmente podríamos hablar de un auténtico seguimiento.
En el evangelio encontramos diversos tipos de llamado y, por consiguiente, de seguimiento. Por ejemplo: el de los apóstoles, que fueron llamados directamente por Jesús mientras estaban en su puesto de trabajo. Jesús les dice, sígueme…
En el evangelio según san Marcos 3, 13-14 vemos que Jesús antes de tomar una decisión se aparta un poco, hace oración, un retiro; eso es lo que significa “subió al monte”. Elije doce de entre sus discípulos y les da el nombre de apóstoles. Jesús los reúne para instruirlos, enseñarles. De aquí en adelante las dos funciones fundamentales serán estar con él e ir a predicar.
Estar con Jesús no es un simple estar-a-la-par-de, como las botellas de una cajilla de gaseosas. Es estar con Él, es convivir con Él y compartir nuestra vida con Él. Para nosotros, estar con Jesús ha de tener tres características básicas: Conocerlo a través del Evangelio, encontrarlo en la Oración y celebrarlo en la Eucaristía. Estas características son comunes a todos los tipos de seguimientos que se hacen de Jesús. Recordemos que hay seguidores que se quedan en casa. Los seguidores que andan con Él y a los que él envía y llama discípulos. De entre los discípulos elige a aquellos que asumirán la animación de todos los seguidores y discípulos, éstos son los apóstoles.
Ahora bien, existen varias formas de ser discípulos o modos de estar con Jesús. Uno de ellos es el estado clerical o sacerdotal. Otro es el estado religioso o consagrado y el último es el estado de laico comprometido, soltero o casado. Cada uno con sus particularidades y dificultades propias de dicha elección. Son tres formas básicas de estar con Jesús de entre las cuales podemos o debemos elegir uno. Hay muchos santos que comparten estas cualidades. Santos sacerdotes, religiosos, laicos, matrimonios... El camino a la santidad debe ser el hilo conductor de nuestra vida y nuestra vocación particular
Predicar no es una actividad separada del estar, de lo contrario sería una dicotomía. Se debe predicar como buena noticia aquel encuentro profundo con Jesús y su Reino. Nuestra experiencia íntima de estar con él. Los apóstoles narraban lo que habían visto y oído. Y esto es lo que les da seguridad al momento de ir a anunciar la buena nueva.
Jesús quiere testigos que den testimonio con su vida. Que prediquen lo que viven y vivan lo que prediquen. La vida misionera ha de nacer de una profunda vida interior. Ese profundo encuentro con Cristo que sobrepasa todo conocimiento, por ello desborda en gracia y plenitud. Si nuestra predicación es vacía o inconsistente lo es porque de ese modo es nuestra relación con Jesús.
El seguimiento de Cristo pobre y crucificado es para los franciscanos uno de los pilares de nuestro carisma. La invitación de Francisco a leer el evangelio sin glosa, o sea, sin explicaciones nos lleva a tomarlo tal cual y ponerlo en práctica. Pobre y crucificado. Dos cualidades que hacen de Jesús el maestro y de francisco un fiel seguidor. La pobreza franciscana radica en la pobreza evangélica, porque Cristo fue pobre, o más bien, siendo rico se anonadó a si mismo, tomando la condición de siervo (Filp. 2, 6-11). Crucificado porque no hay otra forma de seguirle que cargando la cruz de cada día (Lc. 9, 22-25). No podemos anunciar a un Cristo glorioso y resucitado si primero no lo encontramos pobre y crucificado.

Comentarios

  1. Ciertamente antes de querer ver a Jesús Crucificado, resucitado y glorioso, debemos dejarnos ver por él, sin escondernos detrás de nuestras superficialidades. Es ahí cuando nos volvemos verdaderos testigos, cuando aprendemos a liberar la libertad, cuando somos auténticos misioneros del amor y la misericordia de Dios. Mis felicitaciones por compartir este interesante tema.
    Saludos!!

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