Publicado por Fray Raúl | 0 comentarios

Vida y Muerte


Hemos pasado una semana muy difícil. Son ya nueve días desde el sensible fallecimiento de nuestro hermano fray Amadeo Ruano Najarro, OFM. El dolor y la pena por su partida han embargado a nuestra fraternidad, la provincia centroamericana y a tantas personas que le conocieron.
Como cristianos tratamos comprender lo que hay detrás de tan difícil misterio.
La esperanza de la resurrección a veces clara, a veces difusa. El amor a la vida presente y el anhelo de la vida futura. Sentimientos encontrados, mezcla de dolor y alegría. Porque lloramos la partida de un hermano y celebramos el paso trascendental de un hombre de Dios, que pasó haciendo el bien.

Quienes le conocimos quedamos con cierto vacío y a la vez cierto gozo. Vacío, pues es una pérdida irreparable, gozo porque sabemos que ahora el intercede por nosotros desde el cielo.
El lugar de los santos es junto a Dios. Tal vez era su tiempo, a saber.
Damos gracias a Dios por los regalos que nos hace en las personas que nos rodean. En aquellas que nos inundan de alegría y hacen que lo cotidiano sea extraordinario. Agradecemos porque nos regala un tiempo en esta vida en el que disponemos de nuestras facultades para ser quienes queremos ser.

Alabamos a Dios, dueño de la vida, por el maravilloso don de la eternidad... y sobre todo por el misterio insondable de su nombre.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana muerte corporal... Sigue siendo el muerte la puerta de acceso a aquello que anhelamos, Dios. Amén.

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