¿Cómo hablar de Dios en un mundo secularizado?
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rimeramente
para iniciar nuestro pensamiento de cómo presentar a Dios en un mundo
secularizado, podemos hacerlo haciéndonos una serie de cuestionamientos en
torno al contexto en el que viven las personas, ya sea en cuanto al cambio de
época o ya sea al entorno material de las personas. Pues definitivamente no es lo mismo predicar desde
un templo, que desde una choza.
Para
entender este fenómeno moderno, que cada día toma más espacio en nuestras
sociedades es necesario pensar en el ser humano de hoy. ¿Cómo vive el ser humano
de hoy? ¿Cómo es el contexto que le rodea?
El
ser humano vive cada día con menos trascendencia, pues diariamente se enfrenta
a placeres momentáneos que le hacen buscar y refugiarse en alegrías pasajeras.
El ser humano de este tiempo vive disperso, pues es evidente que en esta época
hay un sinnúmero de propuestas. Hay en si un monstro que persigue al hombre, el
consumismo, que lo hace proyectarse en y desde lo material. Es en sí una
cultura ruidosa, que hace al ser humano perderse, y sumergirse en la
superficialidad. El ser humano de hoy necesita experimentar para satisfacer su
inseguridad e indeterminación en cuanto a su identidad. El ser humano de hoy se
proyecta en las cosas con la esperanza de descubrirse en ellas. Es un ser
inconsciente de sus propia realidad, es un ser ignorante de su yo.
El
pensar en el ser humano en relación hoy en día es pensar en dos fenómenos
particularmente extremos pues el ser humano actual le huye a la soledad y se
refugia en grupos que llenen sus vacios, en grupos que sean una réplica de sus
grupos primarios. Vive y actúa desde un grupo. En el otro extremo está el ser
humano sumergido en una realidad aislada, que frente a la soledad se refugia en
los medios de comunicación modernos como la Internet y sus famosas redes sociales.

De cierta manera ha habido una
diversidad de acontecimientos como la Segunda Guerra Mundial, el Concilio
Vaticano II, que de cierta manera marcan y marcaron el nacimiento de una nueva
época histórica, y por ende, de una nueva cultura, un nuevo modo de
percibir la realidad de este mundo y, por eso mismo, de una nueva mentalidad, pone
a la Iglesia en diálogo con el mundo y la proclama la sirvienta de este nuevo
mundo. Se han intensificado las comunicaciones a nivel mundial. Sobre todo, se
han cambiado las relaciones humanas. Una característica sobresaliente de éstas
es una profunda conciencia del respeto que se debe a todo ser humano. Poco a
poco se van dando signos de los tiempos pese a esta realidad ya antes
mencionada, vemos como a nivel de derechos humanos se ha avanzado, vemos como
la humanidad sumergida en unas series de temores va buscando desplazarse en la
vida desde libertad, es por eso que podemos pensar que la cultura de temor y
represión va dejando lugar a la formación de la conciencia y respeto religioso
ante el misterio de cada ser humano. [1]
Viendo
esos elementos es posible pensar en una evolución de la imagen de Dios que
tenían nuestros padres a las que hoy tenemos. Es así como va dándose una
revelación progresiva en el hombre, y es donde podemos encontrar esperanza
frente a la realidad del secularismo.
Ya
los tiempos de inquisición terminaron, por tanto para mucha gente esa imagen de
Dios castigador, perseguidor o acusador les causa gracia e indiferencia. La
humanidad está cansada de los mismos discursos moralista de una iglesia
poderosa, influyente, que censura, con una jerarquía muy marcada.
Es
posible escuchar con frecuencia un interés por la figura de Jesús, pero una
gran aberración al cristianismo. Pues intuyen y razonan que la Iglesia de Jesús
es muy diferente a la iglesia universal (católica) cristiana. Ya la gente ha
dejado de tener miedo, ya no creen en las condenaciones hechas en un sermón de
domingo, frente a esa realidad prefieren declararse ateos, no tanto por no
creer en Dios, sino por sentirse defraudados por la religión. Ya la gente no
tolera aires de grandeza y orgullo en los curas, ya no soportan ver a un
sacerdote imponente arrogante e indiferente a la realidad sufriente de esta
realidad. Por momentos se percibe una celebración, muy encerrada en sí misma,
reduciendo así la profundidad espiritual a ritos, que por instantes están fuera del contexto en que
se vive, que poco o nada dicen de lo que realmente siente el pueblo,
desencarnado totalmente.
Volviendo
a lo de los signos de los tiempos y la revelación progresiva, es tiempo que la
iglesia exprese mas cercanía con el pueblo, deje de ser tan conservadora y
exprese a el Dios de Jesús, cercano pobre y amoroso. Que es un Dios incluyente,
capaz de hacer la opción preferencial por el que está peor, o está en más
pecado (necesidad), así como la madre hace la opción preferencial por el niño
enfermo, aun aunque a todos sus hijos los ame, pero en ese caso el enfermo
necesita más atención y cuidado.
Es
tiempo de que la iglesia haga de la misa un encuentro comunitario donde todos
seamos capaces de expresarnos, de participar, ya que esta suele ser dirigida y
prácticamente vivida en su totalidad por el sacerdote solamente, sin darle
mayor participación al pueblo, muchas veces con homilías llenas de condenas y totalmente
celestiales, que nada expresan la realidad.
Monseñor
Romero en su última carta pastoral expresa: “La
iglesia tiene que interpretar y acompañar a este pueblo que lucha por su
liberación o quedará marginada históricamente. Los cambios vendrán con o sin la
iglesia, pero a ella corresponde por su naturaleza, estar en los cambios que
jalonan” (6.6.1979)
Necesitamos
una eucaristía que toque los sentidos, que nos identifique realmente con el
mensaje de Jesús (Lc. 4,18-19). Sin tantas condiciones y juicio.
Se
hace necesario que la iglesia recuerde su origen y vea de quien y porque vive: “Una iglesia que nace de la fe del pueblo
“La unidad fe y vida, Evangelio y liberación, se realiza concretamente sin el
artificio de complicadas mediaciones institucionales; se propicia la aparición de
una rica sacramentalidad eclesial (la iglesia entera como sacramento), con una
acusada creatividad en las celebraciones, con un profundo sentido de lo
sagrado, propio del pueblo. Está en marcha una autentica eclesiogénesis: una
Iglesia que nace de la fe de los pobres.”[2]
La
esperanza continúa, pienso y creo que “Otro Dios es posible”[3],
eso sí, si se desea, entre más rápido iniciemos lograremos poder hacer algo
pues hasta ahora poco o nada hemos hecho. Lo mínimo que podemos hacer por este
mundo será iniciar disciplinadamente nuestro camino de conversión…
En
resumidas cuentas lo quela gente pide a la iglesia es que refleje al Dios que
predica, que se viva de una manera coherente, que se dé testimonio de vida.
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