Una historia de amor, por Armando Romero
En la mayoría, de nuestros países latinoamericanos, el mes de Mayo, está marcado, por grandes celebraciones; recordamos a nuestras madres, y, a nivel eclesial, es el mes dedicado a María como ejemplo a seguir de los cristianos (as). En este contexto, aparece una advocación poco conocida, pero con un significado profundo, de amor, ternura y libertad.
María Madre de los Huérfanos, advocación de la familia Somasca, viene a tomar sentido, ante una sociedad en la orfandad por la falta de amor, como lo señala el Papa Benedicto XVI en su mensaje al padre General de la Orden de los Clérigos Regulares Somascos. Y en el contexto latinoamericano, María ha sido la mujer, madre, compañera de lucha, refugio de los tristes, liberación de los oprimidos.
Desde la invasión a nuestro continente María se ha hecho presente como madre protectora, María nos acompaña con nuestros rasgos y características, María nos habla en k'iche, Garífuna, Náhuatl Quechua, María en el silencio, hace camino con nosotros.
María es madre de un pueblo huérfano, producto de la violación y del choque de las culturas imperiales y aborígenes; horrores que fueron los dolores de parto del cual nacimos. En la actualidad, seguimos en la orfandad, dentro de una sociedad neodominadora, macroimperial; son acertadas las palabras de Casaldáliga, al afirmar que el mecanismo de deuda externa y su sanedrín del FMI es la máxima guerra, el genocidio mayor que se ha vivido en la historia humana. Es la guerra que más muertos causa.
Hace quinientos años ya de la liberación de un hombre soberbio, egoísta, y prepotente; el cual cae prisionero en su misma fortaleza, en su mismo orgullo; por la guerra entre las potencias de su tiempo, y es precisamente en manos de María que sucede el milagro, es la mujer llena de luz que rompe las cadenas de la indiferencia, la soberbia y el desamor. Es María, quien le conduce por un largo camino de conversión, el cual le hace ver en los más pequeños y pobres el rostro de Jesús.
San Jerónimo Emiliani, traiciona sus ideales de gloria y dominación y hace de su vida una radical opción por los más pobres entre los pobres. María Madre de los Huérfanos, como solía llamarle el santo y la tradición somasca, se vuelve Luz, Liberación y Camino. Tiempos distantes con Emiliani, pero realidades comunes (somos un continente en la opresión y la dependencia, huérfanos por la alienación de nuestra cultura en el pasado y presente; somos una América Latina huérfana por las sangrientas masacres de hermanos por hermanos. Un continente en la orfandad ante la utilización de nuestros recursos humanos y naturales. Pero si somos continentalidad en opresión y dependencia, hemos de serlo también en la liberación, en la autoctonía, en la alternativa social, política y eclesial. ( Casaldáliga)
Solo siendo promotores y actores del Reino podremos unir lazos de hermandad y solidaridad. ¡Que el ejemplo de Emiliani de conversión en Manos de María, sea guía, de la construcción de la civilización del amor!
Que sepamos reconocer a María en la mujer campesina, obrera, indígena, ama de casa, política, profesional; en todas las mujeres que luchan por una sociedad más incluyente, justa y fraterna. “Si María estuviese entre nosotros, se confundiría entre la sencillez de nuestras mujeres.” (Monseñor Oscar A. Romero).
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Gracias, Armando.
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