Dios no te da cosas... SE DA ÉL MISMO
Desde tiempos muy antiguos los seres humanos hemos buscado el modo de comunicarnos con lo desconocido, con lo que no entendemos. Sobre todo cuando nos topamos con la incógnita "del más allá", es decir, la muerte.
Suena raro pero el origen de las religiones tiene que ver con el temor a la muerte y las relaciones con lo desconocido. Desde entonces, buscamos al Absoluto para que nos ayude con ciertas cosas como las lluvias, las cosechas, el amor, el dinero, la salud, la paz, la victoria... Para cada necesidad o circunstancia los romanos y los griegos tenían dioses.
Muchas religiones politeístas manejan esta dinámica de "muchos dioses" según el número de necesidades. Así viven y así mueren.
De las religiones monoteístas, a saber: judaísmo, cristianismo e islamismo, hemos de resaltar la particularidad muy propia del Cristianismo.
En el cristianismo, encontramos su origen bíblico, pues surge en el seno de la religión judía. La presencia prometida de Dios llega a su cumplimiento en Jesús. Notemos ahora, que esa particularidad no es cualquier cosa. Dios no dio cosas como en antiguo: liberación, maná, agua, tierra, templo, leyes. En Jesús, Dios se da a sí mismo. Y es lo que vemos en la Eucaristía: "Este es mi cuerpo, esta es mi sangre"... Dios no da cosas, se da a sí mismo.
¿Cuántas veces hemos llegado buscando el auxilio de Dios y nos olvidamos que se nos ha dado completamente? Usualmente, llegamos a la iglesia con una lista cual si fuésemos al supermercado, y lo más interesante, que no estamos suficientemente preparados para llevarnos al dueño de todo, Dios.
Cuando vayas al encuentro con Dios recuerda que ya se nos ha dado a nosotros completamente y por amor. Por tanto, "busca primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás vendrá por añadidura" (Mt 6, 33).
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