Publicado por Enrique Nuñez | 0 comentarios

“Dios estaba con él”: a treinta años del martirio de Mons. Romero


Seguramente, nos hemos preguntado ¿Cuándo será la plenitud del Reino de Dios? O ¿Qué signos de los tiempos[1] debemos contemplar o “leer” en la actualidad? Es por eso que quisiera compartir lo que verdaderamente considero uno de estos signos.

Han pasado ya treinta años desde aquél veinticuatro de marzo de 1980, en que fue asesinado cruelmente Mons. Oscar Romero, y a lo mejor sea el menos indicado para compartirlo pues ni siquiera había nacido; desde entonces, hemos sido testigos que la experiencia de los profetas del Antiguo Testamento como Jeremías, Elías, Amós, Oseas y del Nuevo Testamento Juan Bautista y el Mismo Jesús, así como Esteban, etc. entre muchos hombres y mujeres mas, se vuelve a repetir.

La iniquidad del mal concretada en el corazón del ser humano reaccionó hasta el extremo, si, al igual que Jesús, pero no por amor sino también por el odio; entonces, nos encontramos con que no solamente somos capaces de “amar hasta el extremo” sino también de “odiar hasta el extremo”. A lo mejor este será un tema que podemos reflexionar juntos posteriormente.

No está demás hacerles memoria de lo impresionante que ha sido esta celebración del trigésimo aniversario del martirio de Mons. Romero. Seguramente lo hemos recordado en nuestras fraternidades o comunidades parroquiales o donde nos encontramos sirviendo. Pero algunos de los que estuvimos este año en la celebración, no me dejaran mentir, fuimos testigos una vez mas de la “vida” de Mons. Romero; en el acompañar simplemente del pueblo salvadoreño, al cual se unió gran parte de otros pueblos y naciones, en la participación de las organizaciones populares, que si bien es cierto que a lo mejor para ellos Monseñor era una figura ideológica, también es cierto que jamás podrán desligarlo de su ser Cristiano que supera con gran escala los pequeños intentos de “liberación” que en ocasiones están incompletos, porque ignoran la parte humana de la transcendencia, motor de lo más sublime: el amor.

Uno de estos signos de los tiempos, es el sentido “ecuménico” que florece de Monseñor Romero. No es común ver una Cripta de Catedral metropolitana de San Salvador, inundada por tantas personas y entre ellos de diferentes iglesias cristianas y me imagino algunos a lo mejor ni siquiera cristianos y más aun, ver obispos de partes tan lejanas a El Salvador como Australia y Alemania, junto a Mons. Ruíz Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México; y otros obispos de América Latina, al igual que sacerdotes; y al lado una mujer “sacerdotisa” de la Iglesia Anglicana. Todos con una familiaridad como verdaderos hermanos, alrededor de la “mesa de Jesús”. Este, creo, es un “milagro” de Mons. Romero, si su memoria es capaz de unirnos a los cristianos, quiere decir que como dijo San Pedro en casa de Cornelio: Dios estaba con él[2]. A veces estos “milagros” nos es difícil descubrirlos.

Como provincia Franciscana en Centroamérica, Panamá y Haití, somos favorecidos por el Señor, pues si nos damos cuenta nuestra entidad nació tan solo unos años después de dicho suceso y de otros más. Dichos acontecimientos fueron como “el abono” para la semilla sembrada del Evangelio por tanto hermanos nuestros seguidores de Cristo, como Francisco. No es casualidad que fuera parte del origen de nuestra provincia, a lo mejor de forma indirecta.

Definitivamente, no debemos pasar de largo dichos sucesos, pues somos una provincia que entre “La Gracia de sus orígenes” y en sus pocos años de caminar, cuenta con el martirio de tantos hermanos y hermanas: Dos Obispos (Romero y Gerardi), cuatro hermanos nuestros que muchos de Uds. Conocieron y una gran cantidad de personas que los que tienen más años seguramente recordaran.

Sería bueno no solo “celebrar la gloria de los santos”, sino también, preguntarnos cuál es nuestro papel hoy en este contexto a inicios de un nuevo siglo; como Hermanos Menores, que hacemos de concreto para seguir a Cristo “pobre y crucificado” ¿estaremos nosotros “casados” con los poderes de esta tierra? Sería bueno preguntarnos que tanto nos importan los pobres hoy, o simplemente si Mons. Romero Predicara hoy, ¿nos sentiríamos afectados por sus denuncias? ¿Seremos capaces, no de ser otro Romero, sino de tomar nuestro rol como cristianos, consagrados profetas por nuestro bautismo para ejercerlo desde nuestro carisma? Iniciando con nuestras propias fraternidades y nuestra coherencia de vida.


Colaboración de Fray Erick Cácerez OFM


[1] Juan XXIII. Humanae Salutis. 25.12.63

[2] Hch 10, 38

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