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La perseverancia

Filipenses 3, 17 - 4, 1
Lucas 16, 1 - 8

La liturgia de hoy nos pone frente a dos caminos y nos pide elegir y perseverar en aquel que conduce a la Patria del Cielo. No parece un tema difícil de desarrollar pues a veces es relativamente fácil elegir uno entre dos.

Pablo, en la primera lectura pide a los filipenses que sean imitadores de él y observen la conducta de quienes viven el ejemplo que él les dio. Al parecer un poco soberbia su actitud de ejemplo, pero, no se trata aquí de vivir de discursos, sino de dar testimonio con la vida más que con las palabras. En esto insistirán en muchas de sus cartas, él y los otros apóstoles.
Uno de los temas es la vanidad del mundo. Notemos que la vanidad del mundo actual se fundamenta en el enorgullecerse de aquello que es contrario a la fe y los valores cristianos. Decir, por ejemplo, que somos democráticos y nuestras constituciones son las mejores, que nos dan libertad y bienestar... a costa de abortos, penas de muerte, matrimonios homosexuales... en fin, en poner el desorden y lo nocivo como norma de vida es muy negativo. En otras palabras, en alegrarnos por hacer el mal; sin saber que sólo nos lleva a la auto-destrucción.
Por otro lado, están quienes fieles al Señor, esperan su venida y la transformación del cuerpo "miserable" en un cuerpo glorioso (se nota en estas líneas un cierto acento dualista que se debe entender de otra manera), éstos fieles serán luz en medio de las tinieblas. Yo entiendo esa transformación como la resurrección. Lo miserable de los cuerpos se da porque el cuerpo es el medio primero que nos acerca al pecado. Cuando Pablo habla de que "el vientre es su dios" quiere decir, a mi parecer, que vivimos entregados a las pasiones y no tenemos auto-dominio. El tema cuerpo-alma es bastante recurrente sobre todo en los temas moralizantes. Pero dejando de lado lo negativo del cuerpo, centrémonos en la falta de dominio del mismo. Cuando los sentimientos, emociones, pasiones... pueden más que la razón. El problema es separar el cuerpo del alma, los sentimientos de la razón. Con esta visión "negativa" del cuerpo y lo que a él se refiere, muchos han construido una forma de vida penitente y sacrificial. Un ejemplo son los ascetas y místicos. Por ejemplo San Francisco, castigaba su cuerpo, pero al final de su vida le pidió perdón por tan mal que lo trató.
Notemos que la luz se opone a las tinieblas.
El mundo al Cielo.
Lo Bueno a lo malo.
Pero a veces las cosas no son tan claras como para elegir una entre dos. Esta separación de actitudes y comportamientos ha llevado a interpretar el mundo siempre de modo polar: lo + y lo -. El norte y el sur. Ricos y pobres. Inteligentes y tontos. Cada uno con un lugar y oficio particular. A veces, posturas inseparables pero necesarias. Pero la razón no permite relativizar este asunto. Para hacer el bien no necesitamos permiso de nadie, además que elegir el mal es "irracional" y atenta contra el bienestar propio y ajeno. En este punto la elección no tendría que causar dificultad. Hago el bien, no porque sea difícil, hago el bien sea fácil o difícil. Por lo tanto he de elegir lo Bueno, lo Verdadero, lo Justo...

Del evangelio, quedémonos con la breve explicación de Jesús cuando dice
"los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz".
Aquí el punto final del cuadro comparativo: Este mundo tiene sus propias reglas, muchas de ellas dictadas por gente ambiciosa y poderosa. Dichas reglas responden a intereses o bienes temporales y superficiales. Los de este mundo y los del Cielo. Una postura al parecer dualista. Pero meditemos un segundo en el mundo que conocemos. Hay quienes viven de manera ordenada y justa que son como lumbreras en la noche, otros en cambio actúan como si no tuviesen un sentido o una finalidad racional, en las tinieblas... Los negocios de este mundo (mundo que cuando fue creado el creador lo vio bueno) cada vez más se alejan del creador. Si el hombre sin Dios se deshumaniza, el mundo sin Dios se desmundaniza. Estamos llegando a un punto sin retorno. El problema no es el mundo y lo "mundano", pues es creación de Dios. El problema es que el ser humano ha desordenado su forma de vida y la vida del mundo como creación.
Nosotros como ciudadanos del Cielo, hemos de tener nuestro corazón y tesoro en el Cielo. Los que pertenecen a la luz y perseveren en la fidelidad al Señor, darán ejemplo suficiente a quienes desconocen al Señor o quienes viven en tinieblas. Hoy más que en otro tiempo el mundo entero necesita ejemplos, héroes, nuevos paradigmas... Los hombres andan como ovejas sin pastor, sin líderes. Hoy más que nunca necesitamos hombres y mujeres de Dios, consagrados, fieles, perseverantes, alegres, profundos, coherentes... Buscando cada día
ser otro Jesús en la Tierra.
La antífona antes del Evangelio nos dice "En aquel que cumple la palabra de Cristo el amor de Dios ha llegado a su plenitud".
Esforcémonos, hermanos, por crecer en el cumplimiento y fidelidad a la palabra del Hijo ya que después de ello Él llevará a la plenitud toda su obra.

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