Publicado por Fray Raúl | 0 comentarios

Papa Francisco y las esperanzas de los débiles

Tenemos Papa, Francisco...

De las muchas historias que detienen el caminar normal de la cotidianidad del mundo (fuera de las guerras, el fútbol y la música), siguen habiendo esas historias llenas de realidad y esperanza. Es sin duda un verdadero acontecimiento el que nos ayuda a confiar en que el Espíritu Santo sigue actuando,  ¡aunque usted no lo crea! 

Son los signos de los tiempos. No podemos más que augurar futuros cambios, una vuelta al Evangelio, o por lo menos un acercamiento a lo que Jesús quería. 

Ciertamente hay muchas cosas que han cambiado desde que Jesús subió al Cielo y nos dejó encomendada la misión de "ir por todo el mundo y llevar la buena nueva". Hemos pasado del Carisma a lo institucional. De ser perseguidos al poder. Del poder a la supresión y persecución religiosa. Superamos la Revolución francesa, las persecuciones liberales, guerras mundiales... Hemos caminado entre luces y sombras, y pesar de todo, Dios no nos abandona. Siempre surge con algo nuevo, inesperado pero siempre necesario.

¿Por qué el nombre de Francisco?

Ya lo explicaba él mismo, no quiero ahondar en los motivos, sino, en lo que eso implicaría o por lo menos, en lo que se esperaría.

Francisco de Asís, no sólo es el "santo de los pobres, el santo pobre". Francisco con su sencillez y humildad nos enseña a vivir con lo "verdaderamente necesario", "vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin glosa", es decir, sin explicaciones o acomodamientos hermenéuticos. Francisco, el poverello, nos enseña el gran valor de la fraternidad y la minoridad. La fraternidad cósmica. La  vida de oración y devoción. La misión... en fin... El Papa, al elegir el nombre de Francisco está de cierto modo apostando por "reparar la casa", es decir, "REPARAR LA  IGLESIA" como lo entendió el Santo de Asís hace 800 años.

La casa, refiriéndose a la capillita de San Damián, estaba en ruinas, así lo entendió Francisco. Pero después de algunos años se da cuenta de que la Casa es la Iglesia. Ocho siglos después, tal vez no tengamos a la Iglesia en ruinas, pero ciertamente no goza de lo que "de-suyo" debería tener. Son muchas las cosas que oscurecen el panorama eclesial en este siglo XXI, pero confiados en que esta obra es llevada por el único y verdadero pastor, que es Cristo, poco a poco, la barca que parece ir a la deriva encontrará el puerto seguro.

Esto del nombre, no es únicamente un reto para el Papa, es un reto para todos y todas los franciscanos y franciscanas en el mundo entero. Es, de cierto modo, un espaldarazo para seguir trabajando según el espíritu que Francisco nos enseñó, pero no nos confiemos, pues como él mismo decía: "Iniciemos, hermanos, que hasta ahora poco o nada hemos hecho". 

Ya en otro momento se había mencionado que el carisma franciscano tiene, en cierto modo, los tres remedios para los tres males que agobian el mundo de hoy: el individualismo, el consumismo y la destrucción del medio ambiente. Frente a estos males, los franciscanos hemos de seguir trabajando por alcanzar UNA VERDADERA FRATERNIDAD, UNA VIDA SOBRIA Y UNA CULTURA ECOLÓGICA.

Ojalá podamos responder a los retos que se nos presentan a todos, laicos y sacerdotes, seglares y religiosos, jóvenes y viejos, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos. La tarea del Papa es ya grande en el Vaticano, pero si todos apostáramos un poco por volver a VIVIR EL SANTO EVANGELIO, e hiciéramos un poco por seguir los pasos de Francisco de Asís, que a su vez sigue las Huellas de Cristo, pobre y crucificado, pronto veríamos grandes cambios.

San Francisco de Asís, ruega por nosotros.
Paz y bien.

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