Publicado por Fray Raúl | 0 comentarios

El pecado y lo constitutivo del ser humano: saber elegir

Lo extraordinario de Cristo (por decir un elemento, pues él todo es extraordinario) es que fue en todo semejante a nosotros menos en el pecado. 

Si el hombre trae consigo la posibilidad de pecar, el no pecar le trae la posibilidad de lo divino. Para entender que Cristo está libre de pecado surge la necesidad de saber de dónde le viene esta virtud, entonces fácilmente caemos en la cuenta de que es Dios.

¿Es el pecado constitutivo del hombre? No, (por el momento confiemos en que no), pero sabemos que el pecado es una realidad humana; mejor dicho, es la realidad humana que deshumaniza. Si lo que deshumaniza al ser humano es el pecado, el hombre sin pecado se acerca más a lo divino. Si esto es cierto, parece ser que lo humano y lo divino se distinguen  por el pecado. Pero ¿qué es el pecado? ¿quién perdona los pecados?

Sabemos que el pecado es real, en cuanto acción deliberada de hacer algo malo en contra de alguien o en contra de uno mismo. Siendo que se descubre en una acción, necesariamente necesitaremos un sujeto que la ejecute. El pecado no es una cosa en sí, es una acción en sí que repercute en los sujetos, es decir, tiene el poder de transformar la realidad del sujeto. Creería que cuando se peca venimos siempre a menos, nos aleja de nuestro ser originario, nos aliena. Es como pasar del ser al no ser, o mejor dicho dejar-de-ser. 

El pecado no sólo nos aliena, es una alienación en sí misma. Esa alienación puede tener  su origen externo al "yo" y eso me ubica en condición de víctima (del pecado de otro, posiblemente). O puede venir  desde dentro, un origen interno, convirtiéndome  en hechor o victimario de dicha alienación. ¿Cómo podemos superar esta realidad alienante que posee el ser humano en sí mismo como posibilidad de dejar-de-ser? 

Ciertamente, si no se es consciente de que esta posibilidad es más bien una realidad, difícilmente se podrá superar. El primer paso para superar dicha alienación pasa por la concienciación de "ser pecador". 

Pero ¿qué clase de tema es este del pecado en el siglo XXI cuando ya Jesús pagó el precio de nuestra redención? Hablar de pecado suena casi como a medieval, a antiguo, pero ciertamente actual.

Desde la visión franciscana de la Teología de la Encarnación consideramos superada aquella antigua postura de que "Jesús vino por nuestros pecados". Ya que no fue el pecado sino el amor lo que motivó la Encarnación del Verbo. No fue condicionado por el pecado, pues Dios no puede ser condicionado por nada, menos el pecado. Fue su acción amorosa y libérrima la que nos dio la gracia de contemplar la Palabra del Padre.

Volviendo al tema de análisis, lo que intentamos proponer como tema de discusión es si el pecado es o no constitutivo al ser humano. Sabemos de Dios que no peca, pues es sumamente bueno. Se dice que el precio del pecado es la muerte. Parece ser que el pecado es una realidad humana, pero ¿seremos constitutivamente pecadores?

El pecado tiene que ver con la conciencia y con la moral o moralidad del ser humano. Según Adela Cortina, "somos constitutivamente morales", es decir, todo ser humano está condenado a una vida moral. Dicho de otro modo, estamos destinados a actuar conforme a nuestra conciencia, a buscar el bien y evitar el mal. Pero muchos deciden vivir del otro lado de la línea, evitan el bien y buscan el mal (sobre todo para otros). 

Deberíamos agregar al enunciado sobre lo constitutivamente moral algo así como: Somos constitutivamente morales en razón de la alteridad. Para que no suene egoísta buscar el bien para mi mismo, sino para el otro, o para la colectividad humana. Bien, vistas así las cosas, y en un orden lógico tenemos que en un juicio general somo morales, es decir, nos movemos en términos de buenos o malos. En cuestiones particulares algunos se mueven en lo bueno y otros en lo malo.

¿Cómo podremos salir de este ir y venir entre el bien y el mal, el pecado y la gracia?

Parece ser que una cuestión constitutiva del ser humano es que siempre tiene que elegir. Desde el principio nuestra vida se ha movido en el camino de las elecciones que hagamos, elecciones, decisiones, transformaciones, revoluciones, renuncias... toda nuestra vida es elegir. Elegir lo bueno no es mucho problema, pues nadie "normal", si me permite el término, nadie normal elige lo malo. El problema surge en que no siempre logramos diferenciar con claridad lo que es bueno de lo que es malo, pues muchas cosas buenas nos parecen malas y cosas malas nos parecen buenas. Pero queda el reto para cada uno, saber elegir.

Entraremos en estos días a la semana de las semanas, la Semana Santa, en la que haremos memoria de lo que Jesús, que no cometió pecado, sufrió por mantenerse firme en sus convicciones. Ser buenos y hacer siempre el bien, y el mayor bien para el mayor número de personas (como reza un pequeño concepto en moral), no es tarea fácil.

Por lo pronto tratemos de vivir como verdaderos seres humanos, auténticos. Tratemos de discernir y elegir siempre los bienes superiores, y si nos toca elegir un mal, pues elijamos   el menor de los males. No fuimos creados para vivir alejados de Dios, esclavos de las alienaciones, sino que fuimos creados para tener vida plena.

En la actualidad hay muchas alienaciones que nos van destruyendo y deshumanizando. Es preciso conocerlas y denunciarlas y hacer lo posible para que desaparezcan. Ya Jesús hizo lo suyo, ahora nos toca a nosotros saber elegir.

Elige vivir con autenticidad y libertad. Sé tu mismo y sé el mejor tú que puedas ser en esta vida. Que tu saber elegir enseñe a otros el valor que tiene ese pequeño, pero asombroso poder: saber elegir.

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