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Reflexión para el VI Domingo de Pascua, ciclo “C”


La Iglesia es Católica (Universal), más que por estar en todo el mundo, lo es por estar abierta a todas las criaturas.
Hch 15, 1-2. 22-29             Concilio de Jerusalén.
Salmo 66                           Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya.
Ap 21, 10-14. 22-23          Jerusalén, ciudad santa, con doce puertas.
Jn 14, 23-29                      El que me ama cumple mis palabras.
Podríamos decir que el tema central de la liturgia de la palabra de este domingo se inclina hacia el misterio universal de la salvación que trae Jesucristo.
Hemos venido escuchando este tiempo de pascua los primeros pasos de las primeras comunidades. La Iglesia primitiva iba creciendo y se sumaban gentes de diferentes clases sociales, de diferentes países y procedían de diferentes religiones, principalmente del judaísmo y del paganismo.

La primera lectura nos relata lo que se conoce como el primer Concilio de Jerusalén. Concilio quiere decir reunión. Esta reunión trató de definir si los convertidos al cristianismo procedentes del paganismo tenían que cumplir las leyes judías, especialmente la de la circuncisión. La solución fue bastante sabia.

Con la confianza de que el Espíritu Santo es el que anima a la Iglesia, poco a poco se van presentando algunas dificultades a las que los encargados, en este caso, los apóstoles, y ahora los obispos, tienen que responder.

Notemos que el cristianismo no podía quedarse encerrado en el judaísmo. Era necesario que se abriera a todas las razas y culturas. Es la Buena Nueva que se lleva a todas las naciones. La misión salvadora de Cristo es Universal, es decir, para todas las criaturas, para todos los hombres y mujeres del mundo. Por eso en el salmo cantamos: Que te alaben, Señor, todos los pueblos.

En el Evangelio escuchamos cómo Jesús nos compromete a cumplir su palabra cuando decimos que le amamos. No puede haber amor a Dios sin obediencia. Además, aparece la promesa del Espíritu Santo, el Espíritu consolador, que nos enseñará todas las cosas y nos recordará todo lo que Jesús nos ha enseñado. Notemos que en ese “querer enseñar” de los cristianos, podemos incurrir en errores, alejados del amor y la enseñanza de Cristo. Por eso se hacen necesarias aquellas reuniones de los Obispos de todo el mundo para que, con la ayuda del Espíritu Santo, nos enseñen la verdad revelada por Cristo a su Iglesia.

Por último, la lectura del Apocalipsis, vemos que está cargada de simbolismo. La ciudad santa, Jerusalén con sus puertas hacia los cuatro puntos cardinales nos lleva a pensar que el Reino de Dios está abierto para todas las naciones. Para los hombres y mujeres de todo el mundo que creyendo en Cristo lo aman y cumplen sus palabras.






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