AÑO JUBILAR VICENTINO
Le agradecemos a Monseñor Mario Enrique Ríos Montt, el favor que nos hace de presidir la Eucaristía del inicio de la Clausura del Año Jubilar”.
Durante su homilía, Monseñor Ríos, recalcó respecto a las virtudes de San Vicente y de Santa Luisa, y el legado que queda para quienes hoy, hacemos alarde de realizar obras con carisma vicentino.
Es un compromiso serio, formal y sobre todo de responsabilidad ante Dios, por ser a Él a quien servimos. Nuestra humildad y nuestra disposición deben prevalecer ante las necesidades, siempre cambiantes de nuestros días. Debemos considerar que San Vicente, nos pide ser creativos hasta el infinito, ante las necesidades que encontramos cada día y que debemos adecuarnos en el servicio, conforme se presenten las necesidades, asistir al Pobre como serviríamos al mismo Cristo.
Aprovechó frases de San Vicente y de Santa Luisa, para dejarnos una lección de cómo debemos servir a los Pobres. Al concluir su homilía dijo: “San Vicente fue un Siervo, un Discípulo, un Apóstol y un Profeta, en su Visión y en su Misión, a quien debemos seguir y continuar en su actividad apostólica del Amor, ese Amor que debe escribirse con mayúsculas” Su homilía fue profunda y ha dejado una reflexión en las mentes y en los corazones de los vicentinos que acudimos a ese llamado de Dios, para celebrar a nuestros Santos.
En Casa Central pernoctaron muchos consocios vicentinos de diferentes Ramas, que asistieron de distintos lugares de la República de Guatemala. Todos fueron atendidos con suculenta cena, para recobrar fuerzas por el viaje realizado, principalmente si tomamos en cuenta las dificultades que pasaron para transportarse a la capital, derivado de los efectos causados en las carreteras, por las condiciones climáticas que han azotado al país.
Segundo día
El día sábado 25 las condiciones meteorológicas en la ciudad de Guatemala, amanecieron desastrosas, lluvia y viento, sin embargo esto no fue óbice, para que continuaran nuestras celebraciones.
A las seis de la mañana, al acorde de mariachis, quema de bombas y cohetes se inició la alegre alborada, para cantar las mañanitas a nuestros Santos Patronos. La Capilla de la Medalla Milagrosa, se vio llena de participantes. Media hora de cantos y de vivas. Antes de iniciar la participación, se hizo la siguiente reflexión: “Vamos a tener un momento de felicidad, pero sobre todo de mucho respeto por encontrarnos dentro de esta nuestra tan querida Capilla de la Medalla Milagrosa, que es Casa de Dios.
Es una alborada, un momento de decir a Dios: Gracias por este día, en que nos permite reunirnos alegremente, para celebrar el don maravilloso que le dio a la Iglesia Universal, con la presencia de nuestros Santos Fundadores.
Es celebrar el cumpleaños de Luisa y Vicente, celebrar su nacimiento a la vida eterna, porque durante su vida supieron nacer de nuevo en el Espíritu y dar frutos por medio de sus acciones.
Porque entendieron que JUZGAR no era sinónimo de condenar o de murmurar, sino que JUZGAR era adentrarse en lo más íntimo del pobre, compartiendo sus necesidades, para prestarles un mejor servicio.
Porque JUZGARON con los ojos de Cristo y no con la miseria de los ojos humanos, porque su juicio fue, simplemente, esforzarse ellos en la excelencia de su servicio al asistido y no exigir del pobre que se acomodara a los intereses de quienes les sirvieran.
Porque el JUZGAR, fue sinónimo de cumplir el mandamiento del Amor, y hacer vivo en sus vidas las palabras del Evangelio.
Con alegría y espiritualidad, cantémosle las mañanitas a nuestros Santos Fundadores; y así, iniciaron los integrantes del grupo musical, la interpretación de varias canciones.
Inmediatamente después, se pasó a un momento de oración y meditación, dirigiendo el Consejo Provincial de las Hijas de la Caridad, los Laudes Solemnes, con la participación de todos los asistentes.
Al concluir ese momento bello de oración y de ponernos bajo la mirada del Señor, para realizar nuestras actividades, la Presidenta de la Familia Vicentina, invitó a todos los presentes a tomar un desayuno, el tradicional tamal chapín, que se había preparado con la colaboración económica de las diferentes Ramas y donaciones que se lograron de benefactores. Se solicitó a todos que volvieran a la Capilla lo más pronto posible, para organizar la procesión. Aún cuando el tiempo no era propicio, pues las inclemencias del tiempo se presentaban totalmente adversas, lluvia, viento y un cielo nublado y cargado de agua en la capital guatemalteca, se tenía la esperanza que dejara de llover.
A eso de las siete horas con cuarenta y cinco minutos, los Provinciales de las Comunidades y representantes del Consejo de la Familia Vicentina, tomaron la determinación de no salir procesionalmente a la Catedral Metropolitana, sino subir las andas a los pick up previstos para el retorno y salir en caravana de vehículos.
Se anunció esta decisión a todos los asistentes, se debía preservar su salud, pues el huracán que azotaba la ciudad era demasiado fuerte.
Algunos siguieron estas instrucciones; sin embargo, muchas personas, decidieron seguir a pie los vehículos que conducían las andas y hasta el encargado de la quema de bombas y cohetillos, decidió ir por delante quemando las bombas y los cohetes al frente de la caravana.
Fue conmovedor apreciar esa llegada a Catedral, la gente iba empapada, cubierta con paraguas, sombrillas o simplemente plásticos, pero fieles y pegados a las carrozas, cantaban y se regocijaban de acompañar las imágenes de nuestros Santos Patronos.
A la llegada a Catedral, se cargó las andas hasta la entrada y luego se le quitaron los plásticos con que iban tapadas, para darle vistosidad en el interior del Templo.
La Banda Marcial del Colegio San Pablo, hizo vibrar sus instrumentos con alegres sones, y fue el momento de hacer bailar las andas dentro de la Iglesia Catedral, para llevarlas hasta dentro del Presbiterio. La gente con lágrimas en los ojos, pero henchidos de emoción no dejaron de aplaudir el ingreso de sus imágenes y más de alguno vitoreó el nombre de San Vicente y Santa Luisa.
A las diez en punto hizo su ingreso el Cardenal Arzobispo Metropolitano, su Excelencia Reverendísima Monseñor Rodolfo Cardenal Quezada Toruño, acompañado por el Obispo de Huehuetenango Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, C. M., sacerdotes de la Congregación de la Misión que sirven en la capital y los seminaristas paulinos.
La Eucaristía fue amenizada por el Coro de la Escuela Normal de la Casa Central, jóvenes que se lucieron y dieron lo mejor de sus voces, sus cantos, sus himnos y su especial entonación dieron más realce a esta Celebración Eucarística.
Las lecturas las hicieron miembros de diferentes ramas vicentinas como AIC, SSVP, AMM e Hijas de la Caridad.
El Cardenal Arzobispo en su homilía, hizo una breve reseña histórica de la Vida y Obra de San Vicente, señalando, con su especial jocosidad, los “pecadillos” de San Vicente. Refirió la forma de cómo Vicente y Luisa adhirieron sus esfuerzos para hacer de los laicos un movimiento tan fuerte dentro de la Iglesia Católica, desde el siglo XVII hasta nuestros días, mucho antes que la Iglesia, diera la apertura, por medio del Concilio Ecuménico Vaticano II, a la participación de los laicos.
Y sobre todo, manifestó ese admirable compromiso que los laicos vicentinos tienen en las actividades que realizan.
Respecto a los Padres de la Congregación de la Misión, refirió que en sus primeros años de sacerdocio, solía buscar como su confesor personal y guía espiritual al Padre Lucianne Lalanne, C. M., de feliz memoria, pues fiel a la tradición los Padres Paulinos eran excelentes orientadores del Clero. Hizo alusión a Monseñor Louis Durou y Sure, quien siendo Visitador Provincial de la Congregación de la Misión para Centro América y Panamá, fue nombrado Arzobispo Metropolitano. Le llamó su ilustre predecesor, resaltó sus virtudes y la época que le tocó dirigir a la Iglesia Católica de Guatemala, trabajo que hizo con prudencia, amor y entrega.
Respecto a las Hijas de la Caridad, señaló que en la época liberal del Presidente Rufino Barrios, no llamándole Justo, que era su primer nombre, porque nunca hizo alarde de serlo, se expulsó de Guatemala a todas las órdenes religiosas y sacerdotes, quedando únicamente en Guatemala las Hijas de la Caridad. Como anécdota histórica, comentó: “En una visita que le hizo uno de los Ministros de Estado al Presidente Barrios, le indicó que aún estaban en los hospitales las Hijas de la Caridad, y que aún no habían salido de Guatemala, como era su orden. A ese respecto, el Presidente pidió al Ministro que le acompañara al Hospital y después de observar a las Hermanas, curando las heridas de los enfermos, algunas de ellas de rodillas, otras realizando sus tareas propias de enfermería o administrativas con mucho celo y finalmente alguna más, limpiando los servicios sanitarios, se paró y le dijo a su Ministro: “Cuando alguna de las esposas de mis Ministros de Estado, vengan a reemplazar lo que hacen estas mujeres; con el amor y entrega como lo hacen estas humildes mujeres, las expulsaré de Guatemala”, y con eso quedó sellado el asunto.
Continuó diciendo el Arzobispo, y como las Hijas de la Caridad, no pueden vivir sin la asistencia espiritual de los Padres Lazaristas, entonces tuvo que dejar también a los Padres Paulinos en Guatemala”.
Señaló que son las únicas Comunidades en Guatemala, que pueden decir que han estado ininterrumpidamente en nuestro país.
Hizo mucho énfasis en la forma en que San Vicente dictó las Reglas de las Comunidades, principalmente las de las Hijas de la Caridad, puesto que también le llamó “pecadillo de San Vicente”, haber roto la costumbre del Siglo XVII dentro de la vida religiosa. Fue, dijo, su gran invento su gran aporte a la humanidad y a la Iglesia, gracias a la colaboración que obtuvo de la Señorita Le Gras, para conformar una Compañía admirada por la Jerarquía de la Iglesia en el mundo entero.
Hizo una breve pausa y manifestó su firme deseo porque no concluya su Arzobispado, sin que llegue a los altares la Hermana de los Pobres, Sor Cecilia Charrin, a quien conoció y admiró durante su vida.
Invitó, finalmente, a las Ramas Vicentinas de laicos, a permanecer dentro de este carisma, ser fieles a sus principios y doctrina vicentina, que no es más que hacer vivo el Evangelio de Cristo en el servicio al Pobre.
Terminó felicitando y felicitándose por tan grande acontecimiento, que debe llenarnos a todos de júbilo y de profunda meditación en lo que hacemos y en el servicio que prestamos.
La Eucaristía continuó y al llegar el momento de la Comunión, esta fue tan abundante que todos los Ministros concelebrantes, no se dieron a basto para impartirla.
Previo a la bendición final, la Presidenta de la Confavigua, a nombre de toda la Familia Vicentina de Guatemala, dirigió a su Eminencia Reverendísima estas palabras:
“Su Excelencia Reverendísima
Monseñor Rodolfo Cardenal Quezada Toruño Arzobispo de Guatemala,
Con un sentimiento de filial adhesión al Magisterio de la Iglesia, representado en su persona, las Hijas e Hijos de San Vicente de Paúl, Religiosos, Laicos en sus diferentes Ramas y afines: AIC, Sociedad de San Vicente de Paúl, Asociación de la Medalla Milagrosa, Luisas de Marillac, Asociación de Ex alumnos de la Casa Central, Asociación Católica Amor y Acción y Amigos de Sor Cecilia Charrin, benefactores y nuestros principales actores, aquellos que hacen siempre posible nuestra vida de acción en la Caridad, queremos agradecerle la disposición que ha tenido para presidir esta Eucaristía, en la que sus palabras de Pastor, nos motivan y renuevan el compromiso de servicio de la Caridad Organizada, Reflexiva, pero siempre pronta para atender holísticamente a nuestros Amos y Señores los Pobres, a imitación de nuestros Santos Fundadores.
Que el Señor le conceda toda la fortaleza necesaria, para enfrentar los retos de esta sociedad nuestra, sedienta de Paz, de Amor, de Servicio, de Autenticidad, de existencia real de una Red de Caridad, que haga posible la armonía, concordia y bien común.
Reconocemos que usted, al igual que San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, no ha temido enfrentar a las altas esferas gubernamentales y de poder, por ello, pediremos que nuestros Santos Fundadores, intercedan ante Dios por cada una de las intervenciones y decisiones que usted, por su Ministerio y como Pastor, deba enfrentar y tomar en beneficio de todas sus ovejas.
Que Dios le guarde por muchos años.
De igual manera expresamos nuestro agradecimiento a Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, el favor de su asistencia a esta celebración, uniéndose a su familia Vicentina en San Vicente y Santa Luisa de Marillac.
Gracias sus Excelencias y les reiteramos nuestra adhesión filial.
El Arzobispo sonrió y con tono jocoso, dijo: “si hubiera conocido sus palabras antes de mi homilía, seguro que se la hubiera encomendado a usted”. Gracias por sus palabras a nombre de toda la Familia Vicentina.
Impartió su bendición y se despidió de todos los asistentes, deseándonos una especial celebración, a la que se unía de todo corazón.
Los noticieros del día domingo 26, al comentar las palabras del Arzobispo en su homilía dominical, enfatizaron la manera con que el Cardenal, se refirió a la celebración de la Familia Vicentina en el 350 Aniversario de la Muerte de San Vicente y Santa Luisa, la que señaló: “Gracias a Dios que permanecen vivos, a través de sus hijos e hijas, religiosos y laicos, para beneficio del pueblo guatemalteco y del mundo entero”.
Cuando terminaba la Misa, la lluvia no paraba, entonces era más intensa. Las andas procesionales, salieron a los acordes de sones de músicos guatemaltecos. Y nuevamente las andas fueron bailadas en su recorrido por la nave central de la Iglesia Catedral, la feligresía se emocionó y prorrumpió en aplausos y vivas. Al llegar a la puerta se bajaron hasta el suelo para colocarles sus nylon´s y llevarlos a los pick up, que los conducirían, ahora a la Iglesia del Señor de las Misericordias, en donde se les rinde culto siempre.
Es de hacer notar que en la Capital de Guatemala, existen imágenes de San Vicente y de Santa Luisa, pero propias para altares y no procesionales, por lo que las que pertenecen a la Capilla del Señor de las Misericordias, fueron utilizadas en las andas procesionales, por ser éstas las idóneas para tal caso.
Al volver a la Casa Central, se sirvió almuerzo a los asistentes. Se calculó para mil personas y su preparación estuvo a cargo de los estudiantes de una Academia de Chef, que colaboraron en este singular evento. El almuerzo estuvo amenizado con la marimba del Estado Mayor de la Defensa Nacional, que interpretó música nacional.
Fue muy interesante observar que en todas las mesas se confundían sacerdotes, seminaristas, Hermanas de la Caridad, personas de las distintas Ramas de la Familia y principalmente haber contado con la presencia de Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, C. M., quien compartió los alimentos, con esa singular humildad que le caracteriza.
TERCER DÍA: Acto Cultural. A las tres de la tarde en el Salón de Actos de la Escuela Normal de la Casa Central, se inició el acto cultural. Así fue su desarrollo:
Se saludó a los presentes diciéndoles: “¡Familia Vicentina, Buenas Tardes! Hoy nos reúne el Buen Señor, para celebrar la culminación de las festividades que hemos venido realizando, por ese feliz encuentro de San Vicente y Santa Luisa, con el Rostro Glorioso del Señor, hace 350 Años.
Y, es que: Vicente de Paúl captó la llamada de Dios a la santidad, no como susurro leve, como lo hizo con Elías en el desierto; la llamada a Vicente, le llegó con fuerza de huracán, con carácter de urgencia, como urgente era la necesidad del pobre. “¡Yo no sabía nada!” exclamaba ante un joven que, como maestro, le revela la cruda realidad del que nada tiene. Vicente, hombre de fe, sintió la necesidad de confrontarla con la experiencia. Poniendo pie en la realidad de la vida misma, va dibujando un camino del que ya no se desviaría; y su hoja de ruta, segura como el mismo Dios, sería el Evangelio. La vida de Jesucristo, conformada en todo a la voluntad del Padre, fue para Vicente como la “estrella Polar”.
Y el Espíritu de Santa Luisa, fue un recorrido de “humanización”: en una primera fase buscó la evasión en el monasterio, después la evasión de las responsabilidades de la familia, para luego, después del encuentro con San Vicente, descubrir que el hombre es la necesidad de Dios”.
Nuevamente la Presidenta de la Confavigua, dio la bienvenida diciendo: “En la conclusión de este AÑO JUBILAR, deseo darle gracias a Dios, por habernos permitido llevar a cabo un programa de formación mensual, que es de esperar haya dejado en nuestros corazones, sentimientos y actuar, ese ejemplo motivador de nuestros Santos Fundadores, para que sirvamos a nuestros Asistidos, de la misma manera con que serviríamos a NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
Asimismo, llegar a este momento en que al reunirnos todos, en un solo espíritu, podamos agradecer juntos ese Carisma que nos han legado San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, para que su ejemplo no quede en vano y continúe la proclamación del Evangelio de Cristo, por medio de nuestras obras.
Que esta bienvenida al acto cultural, sea además un acto de Acción de Gracias, un regocijo espiritual, un tomar conciencia de nuestro actuar y sobre todo, saber que formamos una sola familia, en la que juntos podamos servir mejor y cada día más a nuestros Pobres, esos consentidos de Jesucristo, que nos ha pedido a todos y todas, asistirlos en sus necesidades: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, era forastero y me acogiste, enfermo y me visitaste, preso y viniste a verme”. Que esa encarnación de Cristo en el necesitado sea nuestra principal devoción, para continuar nuestras Obras de Caridad, siguiendo toda la metodología, organización y carisma que San Vicente y Santa Luisa, imprimieron a sus obras.
Que la Santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, interceda por todos nosotros, para que algún día podamos congregarnos alrededor de la Mesa Celestial, al lado de nuestros Santos Fundadores, con la alegría de haber sido buenos hijos suyos. Muchas Gracias”.
Antes del siguiente punto del programa se escucharon estas palabras: “Como miembros de esta gran Familia, debemos llegar al convencimiento de que “no hay Vicente en acción que no haya pasado por el Vicente en contemplación. Contemplación elaborada a base de mirar a Jesucristo, su manantial y modelo, para contemplarle luego, en el hombre doliente, como su misma imagen.
En los dos encuentros de Folleville y Chatillón de 1617 y en la experiencia del día de Pentecostés de 1623, San Vicente y Santa Luisa descubrieron su misma vocación de ser: dados a Dios para “servir al prójimo”, respondiendo al hambre de Palabra y al hambre de Pan y poniendo toda su fe y esperanza en la Providencia. En la correspondencia y escritos de Santa Luisa, encontramos: “Cuanto mayores son las dificultades que ofrece un lugar para desempeñar el servicio, ya por falta de medios, ya por otras cosas, tanto más se ha de esperar el auxilio del Cielo, si es que se quiere trabajar por puro amor, como me complazco en creer que es su intención””.
En el segundo punto, la muy querida Visitadora Provincial de las Hijas de la Caridad, para Centro América y Panamá, Sor Rosa Elvira Gómez, nos ilustró con sus palabras, el significado de la celebración de este Año Jubilar:
“El Consejo Nacional de la Familia Vicentina de Guatemala, me ha designado, en el contexto de los actos de clausura del Año Jubilar, que hemos celebrado bajo el Lema “Caridad y Misión”, para que les hable sobre el significado que tiene para nosotros, Familia Vicentina, este Aniversario: los 350 Años de la muerte de nuestros Santos Fundadores, San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, acontecidas en marzo y en septiembre, del año 1660.
Para iniciar esta reflexión, quiero citar las palabras de nuestro Superior General, Padre Gregorio Gay, al anunciarnos la apertura de esta Año de Gracia, el 15.05.2009, que contienen en sí el significado y la meta que ha tenido para nosotros este acontecimiento: “celebramos nuestro pasado, agradeciendo a Dios los ejemplos maravillosos que nos dejaron estos dos grandes Profetas de la Caridad, San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac”.
Al celebrar el 350 Aniversario de la muerte y resurrección de nuestros Santos Fundadores, no es tanto su muerte misma lo que queremos recordar, sino su muerte como culminación de sus vidas, vidas que dejaron huella en la historia, por lo que ellos significaron para la Iglesia, para la sociedad, para el mundo y para los Pobres durante su existencia. “Ambos estuvieron implicados en una misión de amor, estaban unidos por el amor: un profundo amor a Dios y un profundo amor al Pobre. Llevaron a cabo su misión con una pasión tan honda, que aún hoy, continúa perpetuándose en la Familia Vicentina, por todo el mundo, de una manera que ellos no llegaron a imaginar”. San Vicente y Santa Luisa, unidos por Dios para una misión común, nos entregan también hoy, a sus hijos e hijas, consagrados y laicos, el legado de su carisma y espiritualidad que sigue siendo de apremiante actualidad”.
En un mundo globalizado, la “globalización de la Caridad” más que nunca, se hace urgencia, y exige de nosotros unidad, creatividad, audacia y organización. San Vicente y Santa Luisa nos enseñan cómo entendieron y vieron ellos esta “colaboración”, que se traduce como una relación de confianza para una misión común, que ellos pusieron en práctica al cumplir su misión; colaboración que va más allá de una simple relación de trabajo, es una relación de vida que incluye una misión común en el servicio al Pobre”. Creo que, esta colaboración es un gran desafío que nos lanza a todas las Ramas de la Familia Vicentina, este significativo Aniversario.
Los 12 temas que, como Familia, hemos estudiado a lo largo de este año, nos han hecho adentrarnos en el patrimonio histórico, doctrinal y espiritual que ellos nos dejaron. Hemos ahondado en nuestras raíces carismáticas, en la vida, dones, cualidades y virtudes de estos gigantes de la Caridad, hemos valorado nuestro pasado como un inmenso don de Dios, hemos descubierto el potencial que poseemos, para integrarlo en el presente y proyectarnos como Familia Vicentina en el futuro, en el servicio a los hermanos más desprovistos. Este Año Jubilar nos ha hecho sentirnos responsables de una herencia, de un Carisma compartido, de una mística, de una manera propia de servir a los Pobres, que nos hace sentirnos familia, … la gran Familia Vicenciana; hemos constatado que el Carisma vicenciano sigue siendo hoy una bendición para los Pobres, para la Iglesia y para la Sociedad.
Conscientes de esta gran responsabilidad, debemos seguir fomentando el conocimiento, la unión y la colaboración en nuestra Familia Vicenciana, con vistas a unir fuerzas para hacer más significativo nuestro carisma y para elaborar proyectos a favor de los Pobres. Como Vicentinos, estamos llamados a ser una fuerza activa y positiva en el vasto campo de la Evangelización y la misión, y esto sólo se puede hacer desde la conciencia de los grandes cambios que ha experimentado la humanidad y la sociedad de hoy, y desde la dolorosa situación de empobrecimiento que viven tantos hermanos, en nuestra Guatemala y en América Central.
Vivamos con fidelidad creativa nuestro patrimonio espiritual, y para ello bebamos con frecuencia de la fuente carismática, que es el Evangelio, la espiritualidad y el testimonio de vida de San Vicente y Santa Luisa. Amar a los Pobres y hacer efectivo el Evangelio (como decía San Vicente) es tarea urgente para todo Vicentino que quiere consagrar su vida al servicio de los más Pobres.
Este Año Jubilar, sin duda, ha fortalecido en nosotros la convicción de que el servicio vicenciano a los Pobres debe ser corporal y espiritual, en seguimiento de Jesucristo y en contacto directo y personal con los Pobres. Y este servicio sólo se realiza a partir de la vida en el Espíritu, porque Él es quien pone en el corazón y en la vida las actitudes propias de Jesucristo: la humildad, la sencillez, la mansedumbre, el celo, la mortificación, el ¡AMOR! Sin estas actitudes evangélicas es imposible que nuestro servicio vicenciano sea auténtico. Por eso, “todo evangelizador vicenciano debe vivir una gran experiencia interior del Espíritu de Dios en la oración”.
Al celebrar con júbilo estos 350 años de la muerte y resurrección de nuestros Santos Fundadores, preguntémonos, … cuál es el reto, cuál es la tarea común, el compromiso, que tenemos los vicentinos para guardar la unidad de espíritu y de acción? Personalmente, considero que son los siguientes: Continuar con la Formación específica vicentina, cultivar nuestro crecimiento espiritual y nuestra efectividad apostólica y misionera, ser creativos, unir esfuerzos, ilusión, coraje, para ir a servir y evangelizar a los más Pobres. Todo esto favorecerá, a la vez, la unión, el conocimiento y la valoración entre nosotros, y la capacidad de buscar acciones conjuntas a favor de los empobrecidos de nuestra sociedad.
¿Qué nos une a los Vicentinos? Los lazos que nos unen son los lazos de la Fe, de la Caridad y la fraternidad, el llamado común del Señor a participar de este Carisma y espíritu, Caridad y Misión, que hace de nosotros una familia. Nos une, tener a San Vicente como Fundador e inspirador de un carisma, de una mística, don del Espíritu Santo a la Iglesia y a los Pobres, nos une un claro y fuerte impulso de entregarnos al servicio de Cristo en los Pobres, con actitudes y virtudes vicentinas concretas, porque para San Vicente y Santa Luisa cada rostro de un Pobre es el rostro de Jesús, por lo tanto, nuestra ruta, nuestro camino como vicencianos, es ir al encuentro de Jesús en los Pobres.
Los rostros de los Pobres deben interpelarnos en profundidad y han de ayudarnos a emprender caminos más coherentes con la mística que nos anima. Como Vicentinos necesitamos ahondar más en la Palabra de Dios, llenarnos de su amor, para poderlo dar a todos a manos llenas y ser instrumentos de su ternura y su misericordia.
¡Familia Vicentina” Reavivemos el fuego de la Caridad de Cristo que arde después de 350 años, que sigue impactando e inspirando a muchas generaciones, porque ese Fuego es el fuego del Espíritu de Dios que encendió el corazón de San Vicente y Santa Luisa, par bien y salvación de los Pobres, y nosotros lo hemos recibido en Herencia. La doctrina y espiritualidad vicenciana es un verdadero tesoro, que nos alimenta y ha de fecundar nuestra vida y misión.
Hagamos vida la oración del Año Jubilar que hemos elevado a Dios cada día como una súplica sincera: “Concédenos que podamos ser signos de Esperanza para quienes nos encuentren, como lo fueron San Vicente y Santa Luisa, como sencillos compañeros de viaje en el océano de la vida”.
Traduzcamos en gestos concretos el ser en verdad “sencillos compañeros de ruta… amigos que se aman de verdad y con sinceridad, como ellos nos han enseñado; y así seamos, cada una de las Ramas, por la vivencia de la fraternidad, signos proféticos.
“Haznos descubrir la audacia de San Vicente y Santa Luisa, el celo y la dulzura de un amor siempre renovado por los Pobres, que les ayude a transformar su vida”.
“Ayúdanos a ser creyentes de fe sólida y humilde en medio de este mundo que parece encontrarse tan lejos de ti. Concédenos no retroceder ante las dificultades y estar dispuestos a ensuciar nuestras manos por los Pobres, nuestros Maestros y Señores”.
¡Que este Año Jubilar, haya sido en verdad, para cada uno de nosotros un Año de Gracia, de revitalización en el espíritu y de conversión!
Que San Vicente y Santa Luisa, continúen intercediendo por nuestra Gran Familia, por nuestros Colaboradores y Amigos. Ellos nos han mostrado el camino y nos han dejado el testimonio de sus vidas llenas de Fe y de Amor a Jesucristo: Adorador del Padre, Servidor de su designio de Amor y Evangelizador de los Pobres. Esforcémonos cada uno por vivir en el hoy, la herencia que, gratuitamente y por amor, hemos recibido.
FELICIDADES Y BENDICIONES PARA TODOS USTEDES!!
Se agradeció a Sor Rosa Elvira, por esa bella ilustración que nos permite cobrar conciencia de la práctica de nuestro Carisma Vicentino, en nuestro qué hacer diario, y para ser vicentinos las 24 horas del día.
Seguidamente se hizo esta reflexión, previo a dar cabida al siguiente punto del programa:
“La santidad de Vicente de Paúl no se tejió con hilos de espejismos y discursos académicos al estilo de su época. Le bastó con imitar a Jesucristo, siguiendo aquellas máximas evangélicas que más se acomodaban a la tarea que tenía entre las manos. No podía vivir como un señor y ser servido, cuando, por opción se había hecho siervo; imposible no revestirse de humildad para servir a los pequeños del reino”.
Fue entonces que con profunda emoción, se entonaron los himnos dedicados a nuestros Santos Patronos, los que fueron dirigidos por Sor Nélida Vivar, Hija de la Caridad. Al finalizar los himnos se dejó escuchar un caluroso aplauso.
Nuevamente se reflexionó así: “San Vicente colocó todo en el interior de la Trinidad. Se sentía amado por el Padre como el Hijo, se sentía invitado en la mesa de la Trinidad. Como los grandes místicos ha percibido el flujo de amor: el Padre que toma la iniciativa del amor, el Hijo que acoge y el Espíritu que realiza la comunión y la unión.
Santa Luisa a su vez se sintió llena por el Espíritu, como si el Espíritu Santo hubiese sido infuso sobre ella: Así, encontramos en sus escritos: “¡Quita mi ceguera. Luz eterna! Da sencillez a mi alma. Unidad perfecta! ¡Humilla mi corazón para asentar el fundamento de tus gracias!”….”
Y como en una celebración de esta naturaleza, no puede faltar el arte de los niños, las alumnas y alumnos de las Escuelas de la Casa Central, prepararon una Representación teatral de Estampas de la Vida de nuestros Santos Fundadores.
La obra, constituyó una verdadera muestra del arte que existe escondido en esas caritas infantiles y juveniles. Se les aplaudió abundantemente por todo su esfuerzo y haber alcanzado un alto grado de profesionalismo y responsabilidad, para desarrollar las estampas, a pesar de sus cortas edades.
Inmediatamente después se meditó así:
“Vicente ha percibido la voz de Cristo sólo cuando se ha encontrado con una doliente humanidad de los pobres, de gente hambrienta y ávida de pan y palabra. Viendo a los pobres ha encontrado a Cristo. Ha visto a Cristo en su “contrario”. Para el Santo de la Caridad, la Encarnación está en el origen de una nueva relación con Cristo y con el hombre, de una especie de empuje vital.
La grandeza de la humildad de Luisa de Marillac, la encontramos en sus propios escritos, ella dice: “Nuestro Señor naciendo en la pobreza y el abandono de las criaturas, me enseña la pureza de su amor,… Así yo debo aprender a mantenerme escondida en Dios, con el deseo de servirle sin buscar el testimonio de las criaturas y la satisfacción en su comunicación. Debo contentarme con que Dios vea lo que quiero ser. Quiere que yo me entregue a Él a fin de que obre en mí esta disposición, y yo lo he hecho por su gracia.”
El día viernes 24 por la mañana, se había realizado el concurso de declamación, oratoria y dibujo y pintura, por lo que se presentó a la alumna ganadora del certamen de declamación, Señorita Andrea Andrade, quien cursa quinto año de la carrera de Magisterio de Educación Primaria.
Fue realmente impactante la manera como se desenvolvió en el escenario, recitando una poesía dedicada a San Vicente. Al final fue premiada con muchos aplausos.
Previo a reconocer a todos los colaboradores, se hizo esta meditación:
“San Vicente insiste en: “Ánimo….dediquémonos con amor renovado al servicio de los pobres, busquemos incluso a los más miserables y abandonados, reconozcamos delante de Dios que ellos son nuestros señores y maestros y que no somos dignos de prestarles nuestros humildes servicios”.
Luisa de Marillac, Con sus palabras y sobre todo por su forma de actuar, intentaba abrirles al respeto de cada persona, ayudándoles a descubrir bajo las apariencias, la dignidad de los pobres, respetando y trabajando con las Hijas de la Caridad en pié de igualdad”.
La Presidenta de Confavigua, agradeció a todas las personas que contribuyeron de diferentes formas para lograr desarrollar todas las actividades que se programaron y Sor Teresa Grijalva, agradeció a los profesionales de Arte, que le colaboraron para la representación teatral, haciéndoles entrega de Diplomas de reconocimiento por su labor.
Y antes de recibir la bendición por parte de nuestro Provincial, Padre Francisco Ramos Cárcamo, se escucharon estas frases:
“San Vicente, Eligió el lema “evangelizare pauperibus” porque estaba convencido de continuar la misión histórica del Hombre Dios, que viene al mundo, renunciando a sus privilegios y abrazando la pobreza, para la salvación de los hombres. De aquí el carácter evangélico de su espiritualidad, centrada sobre la Trinidad y la Encarnación.
Santa Luisa por su parte, en sus escritos insistía a su recién creada Compañía: “Sed muy afables y dulces con vuestros pobres; sabéis que son nuestros maestros y que es necesario amarles con ternura y respetarlos grandemente. No es suficiente que estas máximas estén en nuestro espíritu, es preciso que nosotras lo testimoniemos con nuestros cuidados caritativos y dulces.”
Y con la bendición impartida por el Muy Reverendo Padre Francisco Ramos Cárcamo C. M., y la invitación para trasladarnos a la Capilla de la Medalla Milagrosa, para la celebración Eucarística de cierre del Triduo, finalizó este hermoso como emotivo acto cultural.
Al iniciar la Eucaristía de cierre que fue celebrada por el Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI, Monseñor Paul Richard Gallagher, se escuchó la siguiente monición:
“Sean bienvenidas y bienvenidos todos nuestros Hermanos miembros de las distintas Ramas de la Familia Vicentina, a esta celebración, en nuestra querida Capilla de la Medalla Milagrosa.
Esta Eucaristía la preside Su Excelencia Reverendísima Monseñor Paul Richard Gallagher, Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI en Guatemala, a quien en nombre de toda la Familia Vicentina, agradecemos el favor de su participación en esta especial celebración.
Pidamos al Señor, por intercesión de nuestros Santos Fundadores: Santa Luisa de Marillac y San Vicente de Paúl, que este Año Jubilar, no se quede solamente en la bulla de la quema de cohetillos y otras celebraciones externas, sino más bien, deje en nuestro caminar y actuar vicentino, VER SIEMPRE a Cristo Vivo en el menos afortunado.
Descubrir la verdadera necesidad que exista en ellos, para favorecer de manera integral a quienes servimos, y que nuestro servicio sea siempre una ofrenda digna a Cristo Nuestro Señor, quien nos ha mandado Evangelizar a los Pobres, y recordando las palabras de San Vicente: Servir a los Pobres con el sudor de nuestra frente y el esfuerzo de nuestros brazos.
Además de nuestras propias intenciones, elevemos nuestra Acción de Gracias al Señor por habernos proporcionado tan ejemplares Santos, que, con la práctica de su carisma, nos facilitan el acercamiento a la perfección y a la santidad, por medio de nuestras acciones diarias; y, finalmente, recordemos a todas y todos los miembros de la Familia Vicentina, que nos enseñaron la Caridad, por medio de sus acciones y que nos han precedido en el encuentro glorioso con el Señor”.
El coro, las moniciones y lecturas, estuvieron a cargo de la Escuela Santa María, de las Hermanas de la Caridad en Guatemala.
El Señor Nuncio, al iniciar la Eucaristía, dijo:
“Hoy al finalizar el rezo del Ángelus, Nuestro Sumo Pontífice Benedicto XVI, ha dicho: “Es una feliz coincidencia, con la Parábola de Lázaro y el rico, que mañana celebremos la memoria litúrgica de San Vicente de Paúl, patrón de los organismos católicos de Caridad, del cual ocurre el tricentésimo quincuagésimo aniversario de su muerte, en la Francia de 1660.
Él tocó con sus propias manos el fuerte contraste entre los más ricos y pobres. Porque como Sacerdote, frecuentó los salones aristocráticos, como también el campo y los barrios más pobres de París. Impulsado por el amor de Dios, Vicente de Paúl sabía organizar servicios permanentes por la gente marginada, así lanzó las llamadas “Charités”, grupos de mujeres que disponían de su tiempo y sus bienes al servicio de los más pobres.
Entre estas voluntarias, algunas eligieron consagrarse totalmente a Dios y a los pobres, y así, junto con Luisa de Marillac, San Vicente fundó las Hijas de la Caridad, la primera Congregación femenina de vivir la consagración “en el mundo”, en medio del pueblo, con los enfermos y los necesitados”.
Luego en su homilía nos ha dicho: “Todos los Santos son íconos de Cristo: Francisco de Asís, Vicente de Paúl, imágenes de Cristo Pobre.
En el mundo anglófono, San Vicente significa: Caridad, humildad, solidariedad, servicio, compasión.
Nuestras tres lecturas, nos reflejan: En Isaías, Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria. …Así hizo San Vicente, Apóstol de los Pobres y así como los amaba, Vicente no condenaba a los ricos, sino amaba a los pobres y ofrecía a los bienhechores la oportunidad de colaborar en su misión; y, como buen sacerdote buscó la salvación de ricos y pobres, se preocupó por la salvación de todos.
Hemos escuchado que “El Señor consuela a su pueblo”: Ese es el Carisma que Monsieur Vincent, ha transmitido a sus hijos de la Congregación de la Misión y a sus discípulas las Hijas de la Caridad, cofundadas con Santa Luisa de Marillac, ese Carisma que consiste en Compasión y Ternura, virtudes que representan el camino de la Misericordia y de Salvación.
Cuatro son las características del cristiano católico:
- Amor de Cristo en la Eucaristía, pues sin esa adoración y frecuencia a Cristo en el Santísimo Sacramento no podemos sobrevivir.
- Amor de la vida como don de Dios.
- Amor al Papa; y
- El Amor a los Pobres.
En mi experiencia sacerdotal, estoy feliz de que los pobres vengan siempre a las puertas de nuestras casas, comunidades y conventos, pues en Estrasburgo, hubo un mendigo con una gran barba y un acento alsaciano que fue imposible entender. El tenía un sentido especial para conocer cuando las Religiosas estuvieran fuera y después de pocos minutos de su salida, se presentó a la puerta para pedir dos cosas: dos euros y un vaso de agua. ¡Era un hombre irresistible!
Espero entrar en el reino de los cielos, gracias a aquel vaso de agua.
San Vicente dice claramente: “La Iglesia de Cristo, no puede abandonar a los Pobres” y es que la forma de San Vicente de servirlos fue de amor y respeto a la dignidad de la persona.
Se de mi propia experiencia en situaciones de hambre, de guerra y de enfermedad, que cuando la comunidad internacional y las ONG se retiran en estas circunstancias de calamidad, la Iglesia permanece.
Estoy pensando ahora, en una comunidad de las Pequeñas Hermanas de Jesús, en Kabul, Afganistán, que desde hace años vive discretamente en medio de los musulmanes, que por muchos años no tenían un solo sacerdote, atendiendo a un gran pueblo sufriente de Afganistán, y como consolaban a su pueblo, y también a aquellos que no eran de su rebaño.
Me parece que las palabras de San Pablo que hemos escuchado, tienen también un mensaje para nosotros este día: “Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse, en presencia del Señor”… Así podemos concluir en: Nada de paternalismo, sino más bien, un profundo amor y respeto por el Pobre.
Y, es que tal amor y respeto aparecen también en el Sermón de la Montaña, las bienaventuranzas: “Dichosos los pobres de espíritu, dichosos los sufridos, los que lloran, que tienen hambre. …Para los Santos Vicente y Luisa, el reto de transformar la pobreza material y la miseria espiritual en pobreza espiritual. Para que los sufrimientos del cuerpo y de la mente, fueran transformados en la pobreza del espíritu, tan necesaria para la relación salvadora con Dios.
Benedicto XVI, en su primera Encíclica Deus Caritas est, escribe: “La actividad de la Iglesia es la respuesta a una necesidad inmediata a una determinada situación, para que lo que hace falta, la “formación del corazón” para abrir los ojos de la fe.
Como la fe actúa por la Caridad, debemos abrir los ojos del corazón para dar amor gratuito que sea necesario, ya que nos apremia el Amor de Cristo”
San Vicente, me parece, nos envía hoy dos mensajes más: 1) La necesidad de una formación de los seminaristas y sacerdotes, siempre más apropiada y rigurosa, ya que nosotros los sacerdotes de hoy, evitamos la actividad compasiva y misericordiosa. 2) A los jóvenes que buscan el amor y la felicidad, les invita a que sean servidores de los pobres para encontrarse con la verdadera y única felicidad.
San Vicente y Santa Luisa, son dos Santos que viven a través de los tiempos por su proyección de vida, siempre actual y necesaria. Amén”
Al finalizar la Eucaristía y previo a la bendición del celebrante, la Presidenta de la Confavigua, dirigió este mensaje al Nuncio:
“Su Excelencia Reverendísima, Monseñor Paul Richard Gallagher, Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI en Guatemala.
La Familia Vicentina de Guatemala, al agradecer el favor de Presidir esta celebración Eucarística, cuando cerramos nuestro Triduo Vicentino, en conmemoración del 350 Aniversario de la Feliz Muerte de San Vicente de Paúl y de Santa Luisa de Marillac, deseamos hacer patente nuestro sentimiento de filial adhesión a la Iglesia Católica.
Sea Usted portador, Su Excelencia Reverendísima, de nuestro afecto filial al Sumo Pontífice Benedicto XVI, a quien rendimos nuestro cariño, respeto y sobre todo reconocimiento como Sucesor en la Cátedra de San Pedro.
Fieles al carisma de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, los grupos que conformamos la Familia Vicentina, somos leales servidores de la Iglesia Universal y realizamos nuestras actividades con fidelidad al Magisterio de la Iglesia.
Que el Señor ilumine a Nuestro Sumo Pontífice y a la Jerarquía de la Iglesia, para que unidos con el Pueblo de Dios y con un mismo espíritu, evangelicemos a nuestros Pobres, Marginados y Excluidos, a través de las obras de Caridad, que cada día se imponen como una necesidad latente en todas las partes del mundo, pero especialmente, en este país tan golpeado por las injusticias, egoísmos y derramamiento de sangre.
Gracias su Excelencia Reverendísima, y que Dios le guarde por muchos años.
La Eucaristía concluyó con la Bendición impartida por el Señor Nuncio Apostólico.
Durante su homilía, Monseñor Ríos, recalcó respecto a las virtudes de San Vicente y de Santa Luisa, y el legado que queda para quienes hoy, hacemos alarde de realizar obras con carisma vicentino.
Es un compromiso serio, formal y sobre todo de responsabilidad ante Dios, por ser a Él a quien servimos. Nuestra humildad y nuestra disposición deben prevalecer ante las necesidades, siempre cambiantes de nuestros días. Debemos considerar que San Vicente, nos pide ser creativos hasta el infinito, ante las necesidades que encontramos cada día y que debemos adecuarnos en el servicio, conforme se presenten las necesidades, asistir al Pobre como serviríamos al mismo Cristo.
Aprovechó frases de San Vicente y de Santa Luisa, para dejarnos una lección de cómo debemos servir a los Pobres. Al concluir su homilía dijo: “San Vicente fue un Siervo, un Discípulo, un Apóstol y un Profeta, en su Visión y en su Misión, a quien debemos seguir y continuar en su actividad apostólica del Amor, ese Amor que debe escribirse con mayúsculas” Su homilía fue profunda y ha dejado una reflexión en las mentes y en los corazones de los vicentinos que acudimos a ese llamado de Dios, para celebrar a nuestros Santos.
En Casa Central pernoctaron muchos consocios vicentinos de diferentes Ramas, que asistieron de distintos lugares de la República de Guatemala. Todos fueron atendidos con suculenta cena, para recobrar fuerzas por el viaje realizado, principalmente si tomamos en cuenta las dificultades que pasaron para transportarse a la capital, derivado de los efectos causados en las carreteras, por las condiciones climáticas que han azotado al país.
Segundo día
El día sábado 25 las condiciones meteorológicas en la ciudad de Guatemala, amanecieron desastrosas, lluvia y viento, sin embargo esto no fue óbice, para que continuaran nuestras celebraciones.
A las seis de la mañana, al acorde de mariachis, quema de bombas y cohetes se inició la alegre alborada, para cantar las mañanitas a nuestros Santos Patronos. La Capilla de la Medalla Milagrosa, se vio llena de participantes. Media hora de cantos y de vivas. Antes de iniciar la participación, se hizo la siguiente reflexión: “Vamos a tener un momento de felicidad, pero sobre todo de mucho respeto por encontrarnos dentro de esta nuestra tan querida Capilla de la Medalla Milagrosa, que es Casa de Dios.
Es una alborada, un momento de decir a Dios: Gracias por este día, en que nos permite reunirnos alegremente, para celebrar el don maravilloso que le dio a la Iglesia Universal, con la presencia de nuestros Santos Fundadores.
Es celebrar el cumpleaños de Luisa y Vicente, celebrar su nacimiento a la vida eterna, porque durante su vida supieron nacer de nuevo en el Espíritu y dar frutos por medio de sus acciones.
Porque entendieron que JUZGAR no era sinónimo de condenar o de murmurar, sino que JUZGAR era adentrarse en lo más íntimo del pobre, compartiendo sus necesidades, para prestarles un mejor servicio.
Porque JUZGARON con los ojos de Cristo y no con la miseria de los ojos humanos, porque su juicio fue, simplemente, esforzarse ellos en la excelencia de su servicio al asistido y no exigir del pobre que se acomodara a los intereses de quienes les sirvieran.
Porque el JUZGAR, fue sinónimo de cumplir el mandamiento del Amor, y hacer vivo en sus vidas las palabras del Evangelio.
Con alegría y espiritualidad, cantémosle las mañanitas a nuestros Santos Fundadores; y así, iniciaron los integrantes del grupo musical, la interpretación de varias canciones.
Inmediatamente después, se pasó a un momento de oración y meditación, dirigiendo el Consejo Provincial de las Hijas de la Caridad, los Laudes Solemnes, con la participación de todos los asistentes.
Al concluir ese momento bello de oración y de ponernos bajo la mirada del Señor, para realizar nuestras actividades, la Presidenta de la Familia Vicentina, invitó a todos los presentes a tomar un desayuno, el tradicional tamal chapín, que se había preparado con la colaboración económica de las diferentes Ramas y donaciones que se lograron de benefactores. Se solicitó a todos que volvieran a la Capilla lo más pronto posible, para organizar la procesión. Aún cuando el tiempo no era propicio, pues las inclemencias del tiempo se presentaban totalmente adversas, lluvia, viento y un cielo nublado y cargado de agua en la capital guatemalteca, se tenía la esperanza que dejara de llover.
A eso de las siete horas con cuarenta y cinco minutos, los Provinciales de las Comunidades y representantes del Consejo de la Familia Vicentina, tomaron la determinación de no salir procesionalmente a la Catedral Metropolitana, sino subir las andas a los pick up previstos para el retorno y salir en caravana de vehículos.
Se anunció esta decisión a todos los asistentes, se debía preservar su salud, pues el huracán que azotaba la ciudad era demasiado fuerte.
Algunos siguieron estas instrucciones; sin embargo, muchas personas, decidieron seguir a pie los vehículos que conducían las andas y hasta el encargado de la quema de bombas y cohetillos, decidió ir por delante quemando las bombas y los cohetes al frente de la caravana.
Fue conmovedor apreciar esa llegada a Catedral, la gente iba empapada, cubierta con paraguas, sombrillas o simplemente plásticos, pero fieles y pegados a las carrozas, cantaban y se regocijaban de acompañar las imágenes de nuestros Santos Patronos.
A la llegada a Catedral, se cargó las andas hasta la entrada y luego se le quitaron los plásticos con que iban tapadas, para darle vistosidad en el interior del Templo.
La Banda Marcial del Colegio San Pablo, hizo vibrar sus instrumentos con alegres sones, y fue el momento de hacer bailar las andas dentro de la Iglesia Catedral, para llevarlas hasta dentro del Presbiterio. La gente con lágrimas en los ojos, pero henchidos de emoción no dejaron de aplaudir el ingreso de sus imágenes y más de alguno vitoreó el nombre de San Vicente y Santa Luisa.
A las diez en punto hizo su ingreso el Cardenal Arzobispo Metropolitano, su Excelencia Reverendísima Monseñor Rodolfo Cardenal Quezada Toruño, acompañado por el Obispo de Huehuetenango Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, C. M., sacerdotes de la Congregación de la Misión que sirven en la capital y los seminaristas paulinos.
La Eucaristía fue amenizada por el Coro de la Escuela Normal de la Casa Central, jóvenes que se lucieron y dieron lo mejor de sus voces, sus cantos, sus himnos y su especial entonación dieron más realce a esta Celebración Eucarística.
Las lecturas las hicieron miembros de diferentes ramas vicentinas como AIC, SSVP, AMM e Hijas de la Caridad.
El Cardenal Arzobispo en su homilía, hizo una breve reseña histórica de la Vida y Obra de San Vicente, señalando, con su especial jocosidad, los “pecadillos” de San Vicente. Refirió la forma de cómo Vicente y Luisa adhirieron sus esfuerzos para hacer de los laicos un movimiento tan fuerte dentro de la Iglesia Católica, desde el siglo XVII hasta nuestros días, mucho antes que la Iglesia, diera la apertura, por medio del Concilio Ecuménico Vaticano II, a la participación de los laicos.
Y sobre todo, manifestó ese admirable compromiso que los laicos vicentinos tienen en las actividades que realizan.
Respecto a los Padres de la Congregación de la Misión, refirió que en sus primeros años de sacerdocio, solía buscar como su confesor personal y guía espiritual al Padre Lucianne Lalanne, C. M., de feliz memoria, pues fiel a la tradición los Padres Paulinos eran excelentes orientadores del Clero. Hizo alusión a Monseñor Louis Durou y Sure, quien siendo Visitador Provincial de la Congregación de la Misión para Centro América y Panamá, fue nombrado Arzobispo Metropolitano. Le llamó su ilustre predecesor, resaltó sus virtudes y la época que le tocó dirigir a la Iglesia Católica de Guatemala, trabajo que hizo con prudencia, amor y entrega.
Respecto a las Hijas de la Caridad, señaló que en la época liberal del Presidente Rufino Barrios, no llamándole Justo, que era su primer nombre, porque nunca hizo alarde de serlo, se expulsó de Guatemala a todas las órdenes religiosas y sacerdotes, quedando únicamente en Guatemala las Hijas de la Caridad. Como anécdota histórica, comentó: “En una visita que le hizo uno de los Ministros de Estado al Presidente Barrios, le indicó que aún estaban en los hospitales las Hijas de la Caridad, y que aún no habían salido de Guatemala, como era su orden. A ese respecto, el Presidente pidió al Ministro que le acompañara al Hospital y después de observar a las Hermanas, curando las heridas de los enfermos, algunas de ellas de rodillas, otras realizando sus tareas propias de enfermería o administrativas con mucho celo y finalmente alguna más, limpiando los servicios sanitarios, se paró y le dijo a su Ministro: “Cuando alguna de las esposas de mis Ministros de Estado, vengan a reemplazar lo que hacen estas mujeres; con el amor y entrega como lo hacen estas humildes mujeres, las expulsaré de Guatemala”, y con eso quedó sellado el asunto.
Continuó diciendo el Arzobispo, y como las Hijas de la Caridad, no pueden vivir sin la asistencia espiritual de los Padres Lazaristas, entonces tuvo que dejar también a los Padres Paulinos en Guatemala”.
Señaló que son las únicas Comunidades en Guatemala, que pueden decir que han estado ininterrumpidamente en nuestro país.
Hizo mucho énfasis en la forma en que San Vicente dictó las Reglas de las Comunidades, principalmente las de las Hijas de la Caridad, puesto que también le llamó “pecadillo de San Vicente”, haber roto la costumbre del Siglo XVII dentro de la vida religiosa. Fue, dijo, su gran invento su gran aporte a la humanidad y a la Iglesia, gracias a la colaboración que obtuvo de la Señorita Le Gras, para conformar una Compañía admirada por la Jerarquía de la Iglesia en el mundo entero.
Hizo una breve pausa y manifestó su firme deseo porque no concluya su Arzobispado, sin que llegue a los altares la Hermana de los Pobres, Sor Cecilia Charrin, a quien conoció y admiró durante su vida.
Invitó, finalmente, a las Ramas Vicentinas de laicos, a permanecer dentro de este carisma, ser fieles a sus principios y doctrina vicentina, que no es más que hacer vivo el Evangelio de Cristo en el servicio al Pobre.
Terminó felicitando y felicitándose por tan grande acontecimiento, que debe llenarnos a todos de júbilo y de profunda meditación en lo que hacemos y en el servicio que prestamos.
La Eucaristía continuó y al llegar el momento de la Comunión, esta fue tan abundante que todos los Ministros concelebrantes, no se dieron a basto para impartirla.
Previo a la bendición final, la Presidenta de la Confavigua, a nombre de toda la Familia Vicentina de Guatemala, dirigió a su Eminencia Reverendísima estas palabras:
“Su Excelencia Reverendísima
Monseñor Rodolfo Cardenal Quezada Toruño Arzobispo de Guatemala,
Con un sentimiento de filial adhesión al Magisterio de la Iglesia, representado en su persona, las Hijas e Hijos de San Vicente de Paúl, Religiosos, Laicos en sus diferentes Ramas y afines: AIC, Sociedad de San Vicente de Paúl, Asociación de la Medalla Milagrosa, Luisas de Marillac, Asociación de Ex alumnos de la Casa Central, Asociación Católica Amor y Acción y Amigos de Sor Cecilia Charrin, benefactores y nuestros principales actores, aquellos que hacen siempre posible nuestra vida de acción en la Caridad, queremos agradecerle la disposición que ha tenido para presidir esta Eucaristía, en la que sus palabras de Pastor, nos motivan y renuevan el compromiso de servicio de la Caridad Organizada, Reflexiva, pero siempre pronta para atender holísticamente a nuestros Amos y Señores los Pobres, a imitación de nuestros Santos Fundadores.
Que el Señor le conceda toda la fortaleza necesaria, para enfrentar los retos de esta sociedad nuestra, sedienta de Paz, de Amor, de Servicio, de Autenticidad, de existencia real de una Red de Caridad, que haga posible la armonía, concordia y bien común.
Reconocemos que usted, al igual que San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, no ha temido enfrentar a las altas esferas gubernamentales y de poder, por ello, pediremos que nuestros Santos Fundadores, intercedan ante Dios por cada una de las intervenciones y decisiones que usted, por su Ministerio y como Pastor, deba enfrentar y tomar en beneficio de todas sus ovejas.
Que Dios le guarde por muchos años.
De igual manera expresamos nuestro agradecimiento a Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, el favor de su asistencia a esta celebración, uniéndose a su familia Vicentina en San Vicente y Santa Luisa de Marillac.
Gracias sus Excelencias y les reiteramos nuestra adhesión filial.
El Arzobispo sonrió y con tono jocoso, dijo: “si hubiera conocido sus palabras antes de mi homilía, seguro que se la hubiera encomendado a usted”. Gracias por sus palabras a nombre de toda la Familia Vicentina.
Impartió su bendición y se despidió de todos los asistentes, deseándonos una especial celebración, a la que se unía de todo corazón.
Los noticieros del día domingo 26, al comentar las palabras del Arzobispo en su homilía dominical, enfatizaron la manera con que el Cardenal, se refirió a la celebración de la Familia Vicentina en el 350 Aniversario de la Muerte de San Vicente y Santa Luisa, la que señaló: “Gracias a Dios que permanecen vivos, a través de sus hijos e hijas, religiosos y laicos, para beneficio del pueblo guatemalteco y del mundo entero”.
Cuando terminaba la Misa, la lluvia no paraba, entonces era más intensa. Las andas procesionales, salieron a los acordes de sones de músicos guatemaltecos. Y nuevamente las andas fueron bailadas en su recorrido por la nave central de la Iglesia Catedral, la feligresía se emocionó y prorrumpió en aplausos y vivas. Al llegar a la puerta se bajaron hasta el suelo para colocarles sus nylon´s y llevarlos a los pick up, que los conducirían, ahora a la Iglesia del Señor de las Misericordias, en donde se les rinde culto siempre.
Es de hacer notar que en la Capital de Guatemala, existen imágenes de San Vicente y de Santa Luisa, pero propias para altares y no procesionales, por lo que las que pertenecen a la Capilla del Señor de las Misericordias, fueron utilizadas en las andas procesionales, por ser éstas las idóneas para tal caso.
Al volver a la Casa Central, se sirvió almuerzo a los asistentes. Se calculó para mil personas y su preparación estuvo a cargo de los estudiantes de una Academia de Chef, que colaboraron en este singular evento. El almuerzo estuvo amenizado con la marimba del Estado Mayor de la Defensa Nacional, que interpretó música nacional.
Fue muy interesante observar que en todas las mesas se confundían sacerdotes, seminaristas, Hermanas de la Caridad, personas de las distintas Ramas de la Familia y principalmente haber contado con la presencia de Monseñor Rodolfo Bobadilla Mata, C. M., quien compartió los alimentos, con esa singular humildad que le caracteriza.
TERCER DÍA: Acto Cultural. A las tres de la tarde en el Salón de Actos de la Escuela Normal de la Casa Central, se inició el acto cultural. Así fue su desarrollo:
Se saludó a los presentes diciéndoles: “¡Familia Vicentina, Buenas Tardes! Hoy nos reúne el Buen Señor, para celebrar la culminación de las festividades que hemos venido realizando, por ese feliz encuentro de San Vicente y Santa Luisa, con el Rostro Glorioso del Señor, hace 350 Años.
Y, es que: Vicente de Paúl captó la llamada de Dios a la santidad, no como susurro leve, como lo hizo con Elías en el desierto; la llamada a Vicente, le llegó con fuerza de huracán, con carácter de urgencia, como urgente era la necesidad del pobre. “¡Yo no sabía nada!” exclamaba ante un joven que, como maestro, le revela la cruda realidad del que nada tiene. Vicente, hombre de fe, sintió la necesidad de confrontarla con la experiencia. Poniendo pie en la realidad de la vida misma, va dibujando un camino del que ya no se desviaría; y su hoja de ruta, segura como el mismo Dios, sería el Evangelio. La vida de Jesucristo, conformada en todo a la voluntad del Padre, fue para Vicente como la “estrella Polar”.
Y el Espíritu de Santa Luisa, fue un recorrido de “humanización”: en una primera fase buscó la evasión en el monasterio, después la evasión de las responsabilidades de la familia, para luego, después del encuentro con San Vicente, descubrir que el hombre es la necesidad de Dios”.
Nuevamente la Presidenta de la Confavigua, dio la bienvenida diciendo: “En la conclusión de este AÑO JUBILAR, deseo darle gracias a Dios, por habernos permitido llevar a cabo un programa de formación mensual, que es de esperar haya dejado en nuestros corazones, sentimientos y actuar, ese ejemplo motivador de nuestros Santos Fundadores, para que sirvamos a nuestros Asistidos, de la misma manera con que serviríamos a NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
Asimismo, llegar a este momento en que al reunirnos todos, en un solo espíritu, podamos agradecer juntos ese Carisma que nos han legado San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, para que su ejemplo no quede en vano y continúe la proclamación del Evangelio de Cristo, por medio de nuestras obras.
Que esta bienvenida al acto cultural, sea además un acto de Acción de Gracias, un regocijo espiritual, un tomar conciencia de nuestro actuar y sobre todo, saber que formamos una sola familia, en la que juntos podamos servir mejor y cada día más a nuestros Pobres, esos consentidos de Jesucristo, que nos ha pedido a todos y todas, asistirlos en sus necesidades: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, era forastero y me acogiste, enfermo y me visitaste, preso y viniste a verme”. Que esa encarnación de Cristo en el necesitado sea nuestra principal devoción, para continuar nuestras Obras de Caridad, siguiendo toda la metodología, organización y carisma que San Vicente y Santa Luisa, imprimieron a sus obras.
Que la Santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, interceda por todos nosotros, para que algún día podamos congregarnos alrededor de la Mesa Celestial, al lado de nuestros Santos Fundadores, con la alegría de haber sido buenos hijos suyos. Muchas Gracias”.
Antes del siguiente punto del programa se escucharon estas palabras: “Como miembros de esta gran Familia, debemos llegar al convencimiento de que “no hay Vicente en acción que no haya pasado por el Vicente en contemplación. Contemplación elaborada a base de mirar a Jesucristo, su manantial y modelo, para contemplarle luego, en el hombre doliente, como su misma imagen.
En los dos encuentros de Folleville y Chatillón de 1617 y en la experiencia del día de Pentecostés de 1623, San Vicente y Santa Luisa descubrieron su misma vocación de ser: dados a Dios para “servir al prójimo”, respondiendo al hambre de Palabra y al hambre de Pan y poniendo toda su fe y esperanza en la Providencia. En la correspondencia y escritos de Santa Luisa, encontramos: “Cuanto mayores son las dificultades que ofrece un lugar para desempeñar el servicio, ya por falta de medios, ya por otras cosas, tanto más se ha de esperar el auxilio del Cielo, si es que se quiere trabajar por puro amor, como me complazco en creer que es su intención””.
En el segundo punto, la muy querida Visitadora Provincial de las Hijas de la Caridad, para Centro América y Panamá, Sor Rosa Elvira Gómez, nos ilustró con sus palabras, el significado de la celebración de este Año Jubilar:
“El Consejo Nacional de la Familia Vicentina de Guatemala, me ha designado, en el contexto de los actos de clausura del Año Jubilar, que hemos celebrado bajo el Lema “Caridad y Misión”, para que les hable sobre el significado que tiene para nosotros, Familia Vicentina, este Aniversario: los 350 Años de la muerte de nuestros Santos Fundadores, San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, acontecidas en marzo y en septiembre, del año 1660.
Para iniciar esta reflexión, quiero citar las palabras de nuestro Superior General, Padre Gregorio Gay, al anunciarnos la apertura de esta Año de Gracia, el 15.05.2009, que contienen en sí el significado y la meta que ha tenido para nosotros este acontecimiento: “celebramos nuestro pasado, agradeciendo a Dios los ejemplos maravillosos que nos dejaron estos dos grandes Profetas de la Caridad, San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac”.
Al celebrar el 350 Aniversario de la muerte y resurrección de nuestros Santos Fundadores, no es tanto su muerte misma lo que queremos recordar, sino su muerte como culminación de sus vidas, vidas que dejaron huella en la historia, por lo que ellos significaron para la Iglesia, para la sociedad, para el mundo y para los Pobres durante su existencia. “Ambos estuvieron implicados en una misión de amor, estaban unidos por el amor: un profundo amor a Dios y un profundo amor al Pobre. Llevaron a cabo su misión con una pasión tan honda, que aún hoy, continúa perpetuándose en la Familia Vicentina, por todo el mundo, de una manera que ellos no llegaron a imaginar”. San Vicente y Santa Luisa, unidos por Dios para una misión común, nos entregan también hoy, a sus hijos e hijas, consagrados y laicos, el legado de su carisma y espiritualidad que sigue siendo de apremiante actualidad”.
En un mundo globalizado, la “globalización de la Caridad” más que nunca, se hace urgencia, y exige de nosotros unidad, creatividad, audacia y organización. San Vicente y Santa Luisa nos enseñan cómo entendieron y vieron ellos esta “colaboración”, que se traduce como una relación de confianza para una misión común, que ellos pusieron en práctica al cumplir su misión; colaboración que va más allá de una simple relación de trabajo, es una relación de vida que incluye una misión común en el servicio al Pobre”. Creo que, esta colaboración es un gran desafío que nos lanza a todas las Ramas de la Familia Vicentina, este significativo Aniversario.
Los 12 temas que, como Familia, hemos estudiado a lo largo de este año, nos han hecho adentrarnos en el patrimonio histórico, doctrinal y espiritual que ellos nos dejaron. Hemos ahondado en nuestras raíces carismáticas, en la vida, dones, cualidades y virtudes de estos gigantes de la Caridad, hemos valorado nuestro pasado como un inmenso don de Dios, hemos descubierto el potencial que poseemos, para integrarlo en el presente y proyectarnos como Familia Vicentina en el futuro, en el servicio a los hermanos más desprovistos. Este Año Jubilar nos ha hecho sentirnos responsables de una herencia, de un Carisma compartido, de una mística, de una manera propia de servir a los Pobres, que nos hace sentirnos familia, … la gran Familia Vicenciana; hemos constatado que el Carisma vicenciano sigue siendo hoy una bendición para los Pobres, para la Iglesia y para la Sociedad.
Conscientes de esta gran responsabilidad, debemos seguir fomentando el conocimiento, la unión y la colaboración en nuestra Familia Vicenciana, con vistas a unir fuerzas para hacer más significativo nuestro carisma y para elaborar proyectos a favor de los Pobres. Como Vicentinos, estamos llamados a ser una fuerza activa y positiva en el vasto campo de la Evangelización y la misión, y esto sólo se puede hacer desde la conciencia de los grandes cambios que ha experimentado la humanidad y la sociedad de hoy, y desde la dolorosa situación de empobrecimiento que viven tantos hermanos, en nuestra Guatemala y en América Central.
Vivamos con fidelidad creativa nuestro patrimonio espiritual, y para ello bebamos con frecuencia de la fuente carismática, que es el Evangelio, la espiritualidad y el testimonio de vida de San Vicente y Santa Luisa. Amar a los Pobres y hacer efectivo el Evangelio (como decía San Vicente) es tarea urgente para todo Vicentino que quiere consagrar su vida al servicio de los más Pobres.
Este Año Jubilar, sin duda, ha fortalecido en nosotros la convicción de que el servicio vicenciano a los Pobres debe ser corporal y espiritual, en seguimiento de Jesucristo y en contacto directo y personal con los Pobres. Y este servicio sólo se realiza a partir de la vida en el Espíritu, porque Él es quien pone en el corazón y en la vida las actitudes propias de Jesucristo: la humildad, la sencillez, la mansedumbre, el celo, la mortificación, el ¡AMOR! Sin estas actitudes evangélicas es imposible que nuestro servicio vicenciano sea auténtico. Por eso, “todo evangelizador vicenciano debe vivir una gran experiencia interior del Espíritu de Dios en la oración”.
Al celebrar con júbilo estos 350 años de la muerte y resurrección de nuestros Santos Fundadores, preguntémonos, … cuál es el reto, cuál es la tarea común, el compromiso, que tenemos los vicentinos para guardar la unidad de espíritu y de acción? Personalmente, considero que son los siguientes: Continuar con la Formación específica vicentina, cultivar nuestro crecimiento espiritual y nuestra efectividad apostólica y misionera, ser creativos, unir esfuerzos, ilusión, coraje, para ir a servir y evangelizar a los más Pobres. Todo esto favorecerá, a la vez, la unión, el conocimiento y la valoración entre nosotros, y la capacidad de buscar acciones conjuntas a favor de los empobrecidos de nuestra sociedad.
¿Qué nos une a los Vicentinos? Los lazos que nos unen son los lazos de la Fe, de la Caridad y la fraternidad, el llamado común del Señor a participar de este Carisma y espíritu, Caridad y Misión, que hace de nosotros una familia. Nos une, tener a San Vicente como Fundador e inspirador de un carisma, de una mística, don del Espíritu Santo a la Iglesia y a los Pobres, nos une un claro y fuerte impulso de entregarnos al servicio de Cristo en los Pobres, con actitudes y virtudes vicentinas concretas, porque para San Vicente y Santa Luisa cada rostro de un Pobre es el rostro de Jesús, por lo tanto, nuestra ruta, nuestro camino como vicencianos, es ir al encuentro de Jesús en los Pobres.
Los rostros de los Pobres deben interpelarnos en profundidad y han de ayudarnos a emprender caminos más coherentes con la mística que nos anima. Como Vicentinos necesitamos ahondar más en la Palabra de Dios, llenarnos de su amor, para poderlo dar a todos a manos llenas y ser instrumentos de su ternura y su misericordia.
¡Familia Vicentina” Reavivemos el fuego de la Caridad de Cristo que arde después de 350 años, que sigue impactando e inspirando a muchas generaciones, porque ese Fuego es el fuego del Espíritu de Dios que encendió el corazón de San Vicente y Santa Luisa, par bien y salvación de los Pobres, y nosotros lo hemos recibido en Herencia. La doctrina y espiritualidad vicenciana es un verdadero tesoro, que nos alimenta y ha de fecundar nuestra vida y misión.
Hagamos vida la oración del Año Jubilar que hemos elevado a Dios cada día como una súplica sincera: “Concédenos que podamos ser signos de Esperanza para quienes nos encuentren, como lo fueron San Vicente y Santa Luisa, como sencillos compañeros de viaje en el océano de la vida”.
Traduzcamos en gestos concretos el ser en verdad “sencillos compañeros de ruta… amigos que se aman de verdad y con sinceridad, como ellos nos han enseñado; y así seamos, cada una de las Ramas, por la vivencia de la fraternidad, signos proféticos.
“Haznos descubrir la audacia de San Vicente y Santa Luisa, el celo y la dulzura de un amor siempre renovado por los Pobres, que les ayude a transformar su vida”.
“Ayúdanos a ser creyentes de fe sólida y humilde en medio de este mundo que parece encontrarse tan lejos de ti. Concédenos no retroceder ante las dificultades y estar dispuestos a ensuciar nuestras manos por los Pobres, nuestros Maestros y Señores”.
¡Que este Año Jubilar, haya sido en verdad, para cada uno de nosotros un Año de Gracia, de revitalización en el espíritu y de conversión!
Que San Vicente y Santa Luisa, continúen intercediendo por nuestra Gran Familia, por nuestros Colaboradores y Amigos. Ellos nos han mostrado el camino y nos han dejado el testimonio de sus vidas llenas de Fe y de Amor a Jesucristo: Adorador del Padre, Servidor de su designio de Amor y Evangelizador de los Pobres. Esforcémonos cada uno por vivir en el hoy, la herencia que, gratuitamente y por amor, hemos recibido.
FELICIDADES Y BENDICIONES PARA TODOS USTEDES!!
Se agradeció a Sor Rosa Elvira, por esa bella ilustración que nos permite cobrar conciencia de la práctica de nuestro Carisma Vicentino, en nuestro qué hacer diario, y para ser vicentinos las 24 horas del día.
Seguidamente se hizo esta reflexión, previo a dar cabida al siguiente punto del programa:
“La santidad de Vicente de Paúl no se tejió con hilos de espejismos y discursos académicos al estilo de su época. Le bastó con imitar a Jesucristo, siguiendo aquellas máximas evangélicas que más se acomodaban a la tarea que tenía entre las manos. No podía vivir como un señor y ser servido, cuando, por opción se había hecho siervo; imposible no revestirse de humildad para servir a los pequeños del reino”.
Fue entonces que con profunda emoción, se entonaron los himnos dedicados a nuestros Santos Patronos, los que fueron dirigidos por Sor Nélida Vivar, Hija de la Caridad. Al finalizar los himnos se dejó escuchar un caluroso aplauso.
Nuevamente se reflexionó así: “San Vicente colocó todo en el interior de la Trinidad. Se sentía amado por el Padre como el Hijo, se sentía invitado en la mesa de la Trinidad. Como los grandes místicos ha percibido el flujo de amor: el Padre que toma la iniciativa del amor, el Hijo que acoge y el Espíritu que realiza la comunión y la unión.
Santa Luisa a su vez se sintió llena por el Espíritu, como si el Espíritu Santo hubiese sido infuso sobre ella: Así, encontramos en sus escritos: “¡Quita mi ceguera. Luz eterna! Da sencillez a mi alma. Unidad perfecta! ¡Humilla mi corazón para asentar el fundamento de tus gracias!”….”
Y como en una celebración de esta naturaleza, no puede faltar el arte de los niños, las alumnas y alumnos de las Escuelas de la Casa Central, prepararon una Representación teatral de Estampas de la Vida de nuestros Santos Fundadores.
La obra, constituyó una verdadera muestra del arte que existe escondido en esas caritas infantiles y juveniles. Se les aplaudió abundantemente por todo su esfuerzo y haber alcanzado un alto grado de profesionalismo y responsabilidad, para desarrollar las estampas, a pesar de sus cortas edades.
Inmediatamente después se meditó así:
“Vicente ha percibido la voz de Cristo sólo cuando se ha encontrado con una doliente humanidad de los pobres, de gente hambrienta y ávida de pan y palabra. Viendo a los pobres ha encontrado a Cristo. Ha visto a Cristo en su “contrario”. Para el Santo de la Caridad, la Encarnación está en el origen de una nueva relación con Cristo y con el hombre, de una especie de empuje vital.
La grandeza de la humildad de Luisa de Marillac, la encontramos en sus propios escritos, ella dice: “Nuestro Señor naciendo en la pobreza y el abandono de las criaturas, me enseña la pureza de su amor,… Así yo debo aprender a mantenerme escondida en Dios, con el deseo de servirle sin buscar el testimonio de las criaturas y la satisfacción en su comunicación. Debo contentarme con que Dios vea lo que quiero ser. Quiere que yo me entregue a Él a fin de que obre en mí esta disposición, y yo lo he hecho por su gracia.”
El día viernes 24 por la mañana, se había realizado el concurso de declamación, oratoria y dibujo y pintura, por lo que se presentó a la alumna ganadora del certamen de declamación, Señorita Andrea Andrade, quien cursa quinto año de la carrera de Magisterio de Educación Primaria.
Fue realmente impactante la manera como se desenvolvió en el escenario, recitando una poesía dedicada a San Vicente. Al final fue premiada con muchos aplausos.
Previo a reconocer a todos los colaboradores, se hizo esta meditación:
“San Vicente insiste en: “Ánimo….dediquémonos con amor renovado al servicio de los pobres, busquemos incluso a los más miserables y abandonados, reconozcamos delante de Dios que ellos son nuestros señores y maestros y que no somos dignos de prestarles nuestros humildes servicios”.
Luisa de Marillac, Con sus palabras y sobre todo por su forma de actuar, intentaba abrirles al respeto de cada persona, ayudándoles a descubrir bajo las apariencias, la dignidad de los pobres, respetando y trabajando con las Hijas de la Caridad en pié de igualdad”.
La Presidenta de Confavigua, agradeció a todas las personas que contribuyeron de diferentes formas para lograr desarrollar todas las actividades que se programaron y Sor Teresa Grijalva, agradeció a los profesionales de Arte, que le colaboraron para la representación teatral, haciéndoles entrega de Diplomas de reconocimiento por su labor.
Y antes de recibir la bendición por parte de nuestro Provincial, Padre Francisco Ramos Cárcamo, se escucharon estas frases:
“San Vicente, Eligió el lema “evangelizare pauperibus” porque estaba convencido de continuar la misión histórica del Hombre Dios, que viene al mundo, renunciando a sus privilegios y abrazando la pobreza, para la salvación de los hombres. De aquí el carácter evangélico de su espiritualidad, centrada sobre la Trinidad y la Encarnación.
Santa Luisa por su parte, en sus escritos insistía a su recién creada Compañía: “Sed muy afables y dulces con vuestros pobres; sabéis que son nuestros maestros y que es necesario amarles con ternura y respetarlos grandemente. No es suficiente que estas máximas estén en nuestro espíritu, es preciso que nosotras lo testimoniemos con nuestros cuidados caritativos y dulces.”
Y con la bendición impartida por el Muy Reverendo Padre Francisco Ramos Cárcamo C. M., y la invitación para trasladarnos a la Capilla de la Medalla Milagrosa, para la celebración Eucarística de cierre del Triduo, finalizó este hermoso como emotivo acto cultural.
Al iniciar la Eucaristía de cierre que fue celebrada por el Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI, Monseñor Paul Richard Gallagher, se escuchó la siguiente monición:
“Sean bienvenidas y bienvenidos todos nuestros Hermanos miembros de las distintas Ramas de la Familia Vicentina, a esta celebración, en nuestra querida Capilla de la Medalla Milagrosa.
Esta Eucaristía la preside Su Excelencia Reverendísima Monseñor Paul Richard Gallagher, Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI en Guatemala, a quien en nombre de toda la Familia Vicentina, agradecemos el favor de su participación en esta especial celebración.
Pidamos al Señor, por intercesión de nuestros Santos Fundadores: Santa Luisa de Marillac y San Vicente de Paúl, que este Año Jubilar, no se quede solamente en la bulla de la quema de cohetillos y otras celebraciones externas, sino más bien, deje en nuestro caminar y actuar vicentino, VER SIEMPRE a Cristo Vivo en el menos afortunado.
Descubrir la verdadera necesidad que exista en ellos, para favorecer de manera integral a quienes servimos, y que nuestro servicio sea siempre una ofrenda digna a Cristo Nuestro Señor, quien nos ha mandado Evangelizar a los Pobres, y recordando las palabras de San Vicente: Servir a los Pobres con el sudor de nuestra frente y el esfuerzo de nuestros brazos.
Además de nuestras propias intenciones, elevemos nuestra Acción de Gracias al Señor por habernos proporcionado tan ejemplares Santos, que, con la práctica de su carisma, nos facilitan el acercamiento a la perfección y a la santidad, por medio de nuestras acciones diarias; y, finalmente, recordemos a todas y todos los miembros de la Familia Vicentina, que nos enseñaron la Caridad, por medio de sus acciones y que nos han precedido en el encuentro glorioso con el Señor”.
El coro, las moniciones y lecturas, estuvieron a cargo de la Escuela Santa María, de las Hermanas de la Caridad en Guatemala.
El Señor Nuncio, al iniciar la Eucaristía, dijo:
“Hoy al finalizar el rezo del Ángelus, Nuestro Sumo Pontífice Benedicto XVI, ha dicho: “Es una feliz coincidencia, con la Parábola de Lázaro y el rico, que mañana celebremos la memoria litúrgica de San Vicente de Paúl, patrón de los organismos católicos de Caridad, del cual ocurre el tricentésimo quincuagésimo aniversario de su muerte, en la Francia de 1660.
Él tocó con sus propias manos el fuerte contraste entre los más ricos y pobres. Porque como Sacerdote, frecuentó los salones aristocráticos, como también el campo y los barrios más pobres de París. Impulsado por el amor de Dios, Vicente de Paúl sabía organizar servicios permanentes por la gente marginada, así lanzó las llamadas “Charités”, grupos de mujeres que disponían de su tiempo y sus bienes al servicio de los más pobres.
Entre estas voluntarias, algunas eligieron consagrarse totalmente a Dios y a los pobres, y así, junto con Luisa de Marillac, San Vicente fundó las Hijas de la Caridad, la primera Congregación femenina de vivir la consagración “en el mundo”, en medio del pueblo, con los enfermos y los necesitados”.
Luego en su homilía nos ha dicho: “Todos los Santos son íconos de Cristo: Francisco de Asís, Vicente de Paúl, imágenes de Cristo Pobre.
En el mundo anglófono, San Vicente significa: Caridad, humildad, solidariedad, servicio, compasión.
Nuestras tres lecturas, nos reflejan: En Isaías, Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria. …Así hizo San Vicente, Apóstol de los Pobres y así como los amaba, Vicente no condenaba a los ricos, sino amaba a los pobres y ofrecía a los bienhechores la oportunidad de colaborar en su misión; y, como buen sacerdote buscó la salvación de ricos y pobres, se preocupó por la salvación de todos.
Hemos escuchado que “El Señor consuela a su pueblo”: Ese es el Carisma que Monsieur Vincent, ha transmitido a sus hijos de la Congregación de la Misión y a sus discípulas las Hijas de la Caridad, cofundadas con Santa Luisa de Marillac, ese Carisma que consiste en Compasión y Ternura, virtudes que representan el camino de la Misericordia y de Salvación.
Cuatro son las características del cristiano católico:
- Amor de Cristo en la Eucaristía, pues sin esa adoración y frecuencia a Cristo en el Santísimo Sacramento no podemos sobrevivir.
- Amor de la vida como don de Dios.
- Amor al Papa; y
- El Amor a los Pobres.
En mi experiencia sacerdotal, estoy feliz de que los pobres vengan siempre a las puertas de nuestras casas, comunidades y conventos, pues en Estrasburgo, hubo un mendigo con una gran barba y un acento alsaciano que fue imposible entender. El tenía un sentido especial para conocer cuando las Religiosas estuvieran fuera y después de pocos minutos de su salida, se presentó a la puerta para pedir dos cosas: dos euros y un vaso de agua. ¡Era un hombre irresistible!
Espero entrar en el reino de los cielos, gracias a aquel vaso de agua.
San Vicente dice claramente: “La Iglesia de Cristo, no puede abandonar a los Pobres” y es que la forma de San Vicente de servirlos fue de amor y respeto a la dignidad de la persona.
Se de mi propia experiencia en situaciones de hambre, de guerra y de enfermedad, que cuando la comunidad internacional y las ONG se retiran en estas circunstancias de calamidad, la Iglesia permanece.
Estoy pensando ahora, en una comunidad de las Pequeñas Hermanas de Jesús, en Kabul, Afganistán, que desde hace años vive discretamente en medio de los musulmanes, que por muchos años no tenían un solo sacerdote, atendiendo a un gran pueblo sufriente de Afganistán, y como consolaban a su pueblo, y también a aquellos que no eran de su rebaño.
Me parece que las palabras de San Pablo que hemos escuchado, tienen también un mensaje para nosotros este día: “Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse, en presencia del Señor”… Así podemos concluir en: Nada de paternalismo, sino más bien, un profundo amor y respeto por el Pobre.
Y, es que tal amor y respeto aparecen también en el Sermón de la Montaña, las bienaventuranzas: “Dichosos los pobres de espíritu, dichosos los sufridos, los que lloran, que tienen hambre. …Para los Santos Vicente y Luisa, el reto de transformar la pobreza material y la miseria espiritual en pobreza espiritual. Para que los sufrimientos del cuerpo y de la mente, fueran transformados en la pobreza del espíritu, tan necesaria para la relación salvadora con Dios.
Benedicto XVI, en su primera Encíclica Deus Caritas est, escribe: “La actividad de la Iglesia es la respuesta a una necesidad inmediata a una determinada situación, para que lo que hace falta, la “formación del corazón” para abrir los ojos de la fe.
Como la fe actúa por la Caridad, debemos abrir los ojos del corazón para dar amor gratuito que sea necesario, ya que nos apremia el Amor de Cristo”
San Vicente, me parece, nos envía hoy dos mensajes más: 1) La necesidad de una formación de los seminaristas y sacerdotes, siempre más apropiada y rigurosa, ya que nosotros los sacerdotes de hoy, evitamos la actividad compasiva y misericordiosa. 2) A los jóvenes que buscan el amor y la felicidad, les invita a que sean servidores de los pobres para encontrarse con la verdadera y única felicidad.
San Vicente y Santa Luisa, son dos Santos que viven a través de los tiempos por su proyección de vida, siempre actual y necesaria. Amén”
Al finalizar la Eucaristía y previo a la bendición del celebrante, la Presidenta de la Confavigua, dirigió este mensaje al Nuncio:
“Su Excelencia Reverendísima, Monseñor Paul Richard Gallagher, Nuncio Apostólico de Su Santidad Benedicto XVI en Guatemala.
La Familia Vicentina de Guatemala, al agradecer el favor de Presidir esta celebración Eucarística, cuando cerramos nuestro Triduo Vicentino, en conmemoración del 350 Aniversario de la Feliz Muerte de San Vicente de Paúl y de Santa Luisa de Marillac, deseamos hacer patente nuestro sentimiento de filial adhesión a la Iglesia Católica.
Sea Usted portador, Su Excelencia Reverendísima, de nuestro afecto filial al Sumo Pontífice Benedicto XVI, a quien rendimos nuestro cariño, respeto y sobre todo reconocimiento como Sucesor en la Cátedra de San Pedro.
Fieles al carisma de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, los grupos que conformamos la Familia Vicentina, somos leales servidores de la Iglesia Universal y realizamos nuestras actividades con fidelidad al Magisterio de la Iglesia.
Que el Señor ilumine a Nuestro Sumo Pontífice y a la Jerarquía de la Iglesia, para que unidos con el Pueblo de Dios y con un mismo espíritu, evangelicemos a nuestros Pobres, Marginados y Excluidos, a través de las obras de Caridad, que cada día se imponen como una necesidad latente en todas las partes del mundo, pero especialmente, en este país tan golpeado por las injusticias, egoísmos y derramamiento de sangre.
Gracias su Excelencia Reverendísima, y que Dios le guarde por muchos años.
La Eucaristía concluyó con la Bendición impartida por el Señor Nuncio Apostólico.
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