Publicado por Enrique Nuñez | 0 comentarios

Las 3 columnas de la teología en cuestión

Fray Mauro – Una Nueva Visión -


Dios es Amor – Una nueva visión -

Fray Mauro Iacomelli. OFM

Las 3 columnas de la teología en cuestión

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SAN ANSELMO (1033-1109), benedectino. Nació en el norte de Italia. Abad del Monasterio de Bec. Fue hecho obispo de Canterbury, en Inglaterra. Su gran fama se debe a la obra teológica CUR DEUS HOMO (“por qué Dios se hizo hombre”). Su reflexión sobre la Encarnación se basa sobre la necesidad de la expiación de los pecados. Decía: el ser humano ha ofendido a Dios con ofensa infinita y debe pagar con satisfacción adecuada. Pero la satisfacción adecuada la puede dar sólo un Dios-hombre, con efusión de sangre. Por eso Dios se encarnó: para pagar con su sangre la ofensa infinita, muriendo en la cruz. Esta explicación de la encarnación en vista a la expiación (=redención) ejerció una gran influencia enla Iglesia, a lo largo de muchos siglos, llegando hasta nosotros por cauces intelectuales y devocionales.

No son pocos hoy en día los que consideran a esta doctrina más negativa que consoladora. Hay que apreciar en San Anselmo la preocupación de dar respuestas teológicas a la cultura feudal de su tiempo; esto es el papel de una teología. Murió a los 76 años.

SANTO TOMAS DE AQUINO (1225-1274), dominico. Nació en el sur de Italia. Fue educado por los monjes benedictinos del célebre monasterio de Montecassino. Entró a la vida religiosa con los Dominicos y fue enviado a estudiar a Colonia. Era corpulento y casi no hablaba, por eso lo llamaban “buey mudo”. Su profesor, San Alberto Magno, predijo que el mugido de ese buey se escucharía en todo el mundo. Se doctoró en la Universidad de París y fue reconocido como un genio por sus profundos y brillantes trabajos, en filosofía y teología. Se esforzó de adaptar la filosofía del pagano Aristóteles a la teología cristiana, así como de dialogar con otras culturas. Por lo cual fue hasta condenado por el obispo de París, quitándole la condena otro obispo de París, pero sólo 50 años después.

8 años antes de morir comenzó a trabajar en su obra maestra, “La Summa teologica”; que es la más sistemática exposición de la fe católica jamás emprendida, siendo una visión teológica de la “totalidad”. Por esta característica y por su profundidad, a partir del 1800 hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965), la formación académica de los Seminarios ha estado dominada por la visión filosófica y teológica de Santo Tomás. Murió a los 49 años de edad.

BEATO JUAN DUNS ESCOTO (1266-1308), franciscano. Nació en Duns, sur de Escocia (por eso: Escoto, escocés). Entró enla Orden franciscana a los 15 años; estudió en Oxford y, además de allí, enseñó en Cambridge, París y Colonia. Fue llamado el doctor sutil por su inteligencia penetrante y sedienta de la verdad. También fue llamado el doctor del amor, siendo éste el punto de partida de su teología.

Fue uno de los mayores teólogos escolásticos, a pesar de que su fama fue oscurecida por la enorme influencia ejercida enla Iglesiapor Santo Tomás de Aquino.

Su teología, cargada de mística, ofrecía un encanto particular para los franciscanos, al volcar en términos filosóficos la espiritualidad, altamente afectiva y centrada en la creación, de su Santo Fundador, San Francisco de Asís.

Temas de particular importancia fueron para Duns Escoto: el amor infinito, libérrimo, incondicional y gratuito de Dios;la InmaculadaConcepcióny, sobre todo,la Encarnación.Noestaba de acuerdo con San Anselmo quien entendíala Encarnaciónen función de la expiación del pecado. Nuestra redención por la cruz, si bien causada por el pecado, era la expresión suprema del amor de Jesucristo antes que un apaciguamiento de la ira de Dios, o una forma de compensación por la majestad herida de Dios. Duns Escoto creía que el conocimiento del amor de Dios evocaría una respuesta amorosa de parte de la humanidad. Su camino a la contemplación de Dios debía proceder no sólo a través de la mente sino también a través de los sentidos. Murió en Colonia, Alemania, donde todavía es venerado.

El Papa Beato Juan Pablo II reconoció su culto (declarándolo Beato) en 1993.

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