Publicado por Enrique Nuñez | 0 comentarios

La pena de muerte

De la Cruz Flores Osman

 

La pena de muerte


Dos son las preguntas en que basaré este ensayo, primero reflexionando si es justo que se siga aplicando en nuestra vida contemporánea la pena de muerte (algunos países) y también analizando qué castigo se merecen los asesinos. Supongamos que en nuestra Guatemala, agobiados de tanta violencia se reabre  la pena de muerte,  supongamos que llega al poder dentro de cuatro años el Partido Líder con la nueva oferta en campaña de la pena de muerte y gana las elecciones y por último supongamos que se arma un debate para la aplicación inmediata de la pena de muerte, ¿cuál sería tu postura y argumentación ética y religiosa, penal, y filosófica respecto a este dilema?


Desde la ética el derecho a la vida está íntimamente ligado a la dignidad de la persona y este debe ser absolutamente inviolable, el estado no es dueño de tu vida, además el acto de quitar la vida forzosamente a una persona también se ataca la libertad personal, al menos en lo que a esa persona respecta, de una manera definitiva, inmodificable. Además en nombre de la justicia, de la seguridad, de la comunidad, de la propiedad privada o de la divinidad se pueden cometer in sinfín de injusticias irreversibles en contra de la vida de un ser humano. La pena de muerte atenta contra los principios de autonomía, justicia, beneficencia, no maleficencia y contra los derechos humanos.


  Frente a estas interrogante encontramos un torrente de opiniones y argumentaciones, desde aquellas que afirman que el castigo se ajuste al crimen, la afirmación bíblica: "Quien mutile a otro ser sufrirá a su vez la misma lesión: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; la lesión infligida es la lesión que se sufrirá" (Lev 24:19-20) vemos que como principio de justicia, y tomado por sí mismo, este raciocinio tiene una lógica indiscutible. Otro argumento clásico a favor es el disuasorio: la pena de muerte disuade a otros asesinos de cometer crímenes. Un tercer argumento es el de aquellos que dicen que la justicia es imperfecta: si van a la cárcel salen en cuatro días y vuelven a delinquir, también entra el argumento de la utilidad social, el ejercicio de legítima defensa y por último los costó económicos.


Dentro de las posturas que no favorecen  la aplicación de la pena de muerte, se encuentra la razón de justicia; así mientras en la ley del talión el ser humano se deja dominar por la fuerza del instinto ahora debemos de guiarnos por  los datos que nos proporcionan las ciencias sociales (criminología, sociología, psicología, etc. Y a través de estos resultados reparar aplicando una sanción que no provoque otro daño igual o mayor al primero sino que  lo repare. Con la aplicación de la pena de muerte  al mal del delito se le suma el mal de la pena. Esta pretensión de una justicia absoluta en la tierra no es propia de un estado moderno porque el estado  mantiene una clara distinción entre moral, religión y derecho (Mir Puig). También cabe destacar la  irreversibilidad de la pena de muerte respecto del error judicial, la discriminación de la pena de muerte y los costos de una defensa judicial.


Como vemos la pena de muerte constituye un problema muy complejo, enreda ansias de justicia absoluta que se transforma muchas veces en  venganza, en una espiral de violencia donde se atenta contra los principios inalienables del hombre, son muchas las naciones que a través de pactos y convenciones han logrado eliminar de sus legislaciones la pena de muerte, esto debido a sus ambigüedades, a sus promesas incumplidas, debido a la irreversibilidad de las consecuencias. Gran cantidad de personas manifiesta un rotundo rechazo a la pena de muerte, principalmente aquellos que ven el valor de la vida desde una perspectiva del amor, del perdón y desde la trascendencia. En Guatemala durante la campaña pasada afloraron algunos discursos políticos que con voz mesiánica ofrecía la aplicación de la pena de muerte como solución desesperada y no racional ni preventiva para bajar el índice de violencia en la nación. Y todo ello empeora cuando la finalidad es ganar las elecciones para llegar al poder. La finalidad no es mejorar las condiciones para que las personas tengan una calidad de vida, de trabajo, de justicia sino el acto de aplicar la pena de muerte. En un país donde la historia evidencia contundentemente la ineficacia de los aparatos de justicia, resulta riesgoso para la vida de cualquier persona inocente, indefensa y enmarcada dentro de los prejuicios socioeconómicos, raciales y políticos, ser el blanco perfecto de la ambición de caudillos extremistas a quienes no les importa prometer falacias para lograr sus fines y de aparentar una justicia a cuentas de vidas humanas.


Por eso analizando las diferentes argumentaciones, tengo claro que el ser humano es el portador de su misma dignidad, una dignidad de la cual se hace portador desde la concepción hasta su muerte natural. La pena de muerte a un asesino constituye un asesinato más, una pena más. La intención es eliminar a una persona que supuestamente ha perdido sus derechos al cometer el delito. La causa de su muerte es el delito, con esto aplicando una pena que conlleva a la eliminación de un ser humano se intenta hacer justicia absoluta.  


Por eso mientras implícitamente prevalezca el criterio de la "ley del talión" disfrazándose de derecho  y racionalidad, la justicia estará lejos de ser absoluta y  perfecta. Desde la perspectiva cristiana y eclesial solo Dios puede dar y quitar la vida, por eso siempre la iglesia estará en contra de la pena de muerte.


La pena capital corresponde a una cierta acepción de justicia, pero a una justicia que es insuficiente como principio para ordenar la sociedad, porque no toma en cuenta la dignidad de la persona. Para tal ordenamiento de la sociedad la justicia debe estar templada por el amor. En su encíclica Dives in Misericordia de 1980, el Papa Juan Pablo II escribió que "la experiencia del pasado y de nuestro propio tiempo demuestra que la justicia sola no es suficiente, que incluso puede conducir a la negación y a la destrucción de sí misma, si ese poder más profundo, que es el amor, no es permitido configurar la vida humana en sus dimensiones diversas."



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