María de Nazaret en la historia de la Iglesia y la teología respectiva (I parte)
El presente documento es un pequeño laboratorio
desarrollado para el curso monográfico de Mariología. En él abordaremos algunos
temas relacionados con la imagen o visión que se ha guardado de María en la
Iglesia y las dificultades que ciertas posturas han traído en el ámbito
teológico y eclesial.
Adentrarse en los temas marianos nos exige respeto y
admiración. Respeto porque por muy extrañas que nos puedan parecer algunas
posturas siempre es bueno respetar al otro, por ser otro, además, nadie se mete
con la madre de los demás. Admiración por ser tan rica la variedad de
reflexiones que ha suscitado esta mujer sencilla y creyente, además, ricos y
pobres, sabios e ignorantes han tenido que ver con ella.
El pensamiento sobre María. Dos
milenios, dos pensamientos.
Sobre María podemos decir que en el primer milenio
estuvo centrada en el marco de la economía de la salvación. En el segundo
milenio, por otro lado, se exaltó su figura alejándola de su contexto, aunque
se mantuvo en una línea bastante integral. En el concilio Vaticano II se
enfrentaron estas dos posturas, manteniendo una prevalencia la primera. La
inclusión del tema mariano en el documento sobre la iglesia abre una
puerta por la que puede pasar la
reflexión feminista (Cfr. Johnson, 2005, pág. 144).
El primer
milenio
La propuesta de interpretación feminista de E.
Johnson nos lleva a encontrar en el primer milenio una buena base para situar a
María dentro del conjunto de hombres y mujeres santificados por el Espíritu. En
el nuevo testamento, y en particular los evangelios, encontramos tres visiones
de María: separada del grupo de los discípulos, como en Marcos; como una mujer
de fe, en Lucas y en Juan se presenta como símbolo en Caná, o al pie de la
cruz. En todo caso, forma parte de la llegada mesiánica de salvación divina. La
maternidad de María es la relación fundamental que se destaca en los evangelios.
Los tres
primeros siglos
En los primeros siglos del cristianismo, María
aparece formando parte del gran grupo de buscadores de la voluntad de Dios, es
decir, los apóstoles, discípulos y mártires. Esto es lo que nos revelan las
oraciones litúrgicas del tiempo que han llegado hasta nuestros días. Sin
embargo, los teólogos de los primeros tres siglos parecen mostrar un silencio
bastante relativo, pues casi ni la mencionan. Por ello no es raro que en este
tiempo no existió una veneración pública u oficial, antes bien lo que primaba
eran las fiestas de los mártires.
Las cuestiones teológicas llegan a María vía
indirecta, es decir, a propósito de las discusiones cristológicas sobre la
verdadera identidad de Jesucristo. Cabe recordar al respecto las primeras herejías
al respecto: el docetismo, que afirmaba que Jesús tuvo una “apariencia” humana,
o sea, que negaba la humanidad de Jesús.
El credo
apostólico y su respuesta al docetismo
En respuesta a ello, se afirma la verdadera
encarnación de Dios en María. El embarazo histórico de María estaría
garantizando la verdadera encarnación de Jesús, es decir, que afirmar Jesús es el hijo de María en la historia es
afirmar que es verdadero hombre. Por eso se lee en el símbolo apostólico: “ex María Virgine, de Virgen María”. Lo que interesa aquí no es tanto afirmar la
virginidad de María como su maternidad. Jesús recibe de ella la carne y la
sangre, para contrarrestar las posturas
heréticas del docetismo.
María es “la theotókos”
El conflicto sobre la doble naturaleza de Cristo no
quedó ahí. Luego que se afirmara la verdadera humanidad, se procede a afirmar
su verdadera divinidad hacia el año 325 en el concilio de Nicea. Antes de
afirmar que María es la “theotokos” cabe recordar que existió una gran polémica
entre dos posturas. La escuela de Antioquía afirmaba que María era la “Christotokos” y hacía énfasis que en
Jesús, como ser humano, mora la Palabra divina, el Logos. Por tanto, María es “la portadora de Cristo”, para decir que
fue la madre del ser humano habitado por el Logos. En cambio, la escuela de Alejandría prefería
el término “theotokos”, es decir “la
portadora de Dios”. Esta escuela se
inclinaba por defender que la unión de ambas naturalezas era de un modo
ontológico, como una especie de mestizaje. Por tanto, el título otorgado a
María como Theotokos quiere decir que ella es la verdadera madre del único que
es personalmente la Palabra de Dios. En el concilio de Éfeso en 431 se optó por
el título Theotokos y se popularizó como “Madre de Dios”. Este es
sin duda un paso muy relevante en el culto mariano, que posteriormente se
centraría en María.
María en San
Agustín
La visión que tiene San Agustín sobre María es
bastante compleja, según lo afirma E. Johnson, ya que hay una mezcla de varias
temáticas que oscilan entre el “pecado original”, pasando por la “redención”
hasta llegar a afirmar la naturaleza pasiva de la mujer en cuanto a la
concepción. Se abstuvo de utilizar, sigue Johnson, el término Theotokos para que la gente no se
confundiera con la “diosa Gran Madre”. Sin embargo, Agustín predicaba con gran
claridad que María pertenece a la comunidad de los creyentes. Es sin duda una
miembro más de la comunidad, muy particular, pero lo que la destaca sin sacarla
del grupo es su fe, que la califica como madre (Cfr. Mt 12, 46-50).
María “la nueva Eva”
En el siglo segundo se introduce el tema de María
como la nueva Eva, siguiendo la relación de Jesús como nuevo Adán (Cfr. Rom 5,14). Las relaciones que de esta premisa
se derivan son las siguientes. Frente a la desobediencia de Eva aparece la
obediencia de María. Eva surge del
constado de Adán, del mismo modo la Iglesia surge del constado de Cristo. De
este modo los paralelismos entre Eva- María y María-Iglesia encuentran un punto
de convergencia hacia el siglo IV. Se llega a afirmar que tanto María como la
Iglesia son igualmente vírgenes y madres (Cfr.
Borresen, pág. 262). Cristo es el
nuevo Adán en su rol de redentor, de ese modo Eva, la Iglesia, es su esposa y
auxiliar en la obra de salvación. Cabe recordar que estas acotaciones no dejan
de tener un carácter instrumentalista y androcéntrico.
María en el segundo Milenio
Existen unos factores que provocaron que el lugar
que ocupaba María cambiara, estos factores son: el creciente carácter jurídico
del aspecto oficial y el sistema penitencial que operaba en la Iglesia, además
del alejamiento del Cristo resucitado en la teología y el arte medieval. En
este contexto se llega a tener una visión de María como la poderosa antecesora
por los pecadores, ya que al ser “la madre del juez, Jesús”, éste se veía
obligado a obedecer a la madre misericordiosa.
Se contraponían de este modo la visión de Jesús-juez y
María-misericordiosa.
María mediadora
Sobre esta visión de María como mediadora existe una
variedad de posturas en este segundo milenio. Pero la génesis de esta idea yace
en el tema de la encarnación. María al aceptar ser la madre del redentor, lo
concibió en su vientre y trajo al mundo al que lo iba a salvar. De ese modo se
convierte en el “medio” por el cual Dios vino al mundo. Luego, se llegó a
afirmar que así como Dios accede al mundo por medio de María, los seres humanos
acceden a Dios por medio de María también.
Problemática de los axiomas de una
mariología clásica
El problema fundamental al que nos enfrentamos si
queremos mantener una mariología clásica está en que de María se dice muy poco
en el Evangelio. Hay cosas, como el tema de la virginidad, que la ciencia de
nuestros días puede botar sin mayor reparo. Son muy pocas las cosas que se
podrían afirmar sobre María, la mayoría de cosas que se dicen en el orden
teológico, desde mi punto de vista, son muy subjetivas, ya que responden a
interpretaciones y convencionalidades según la época y que en definitiva poco
aportarían a la María de Nazaret, que pasó por este mundo haciendo el bien y ya
goza de Dios (no sabemos cómo, pero por más que hablemos de ella y promovamos
nuevas hermenéuticas, lo único que podría cambiar serían nuestras visiones
sobre ella, pero no su historia, para muchos desconocida). Hay cosas que la
historia y la ciencia nos pueden ayudar a clarificar, pero lo que sucedían en
el silencio del taller de Nazaret, se guardó únicamente en el corazón de María.
Por tanto, una mariología clásica, que afirma dogmas y doctrinas marinas se
encuentre con la gran dificultad de no poder demostrar objetivamente ciertas
cosas.
De igual modo, considero que cualquier mariología
podría caer en una postura meramente especulativa sobre lo que pudo haber
pasado, y siempre quedará la duda ¿esto que afirmamos, es una posibilidad o una
certeza? Obviamente existen cosas que son ciertas y demostrables, pero otras
quedarán a criterio de cada creyente.
María en las luchas entre católicos
y protestantes.
Posterior a la Reforma protestante María se
convierte en estandarte de luchas. El verdadero católico no podía obviar o
negar su fe en La Madre de Dios, de modo que confesarse mariano era confesarse
católico y quien no venerara a María y por el contrario mostrara irrespeto era
declarado fuera de la iglesia y protestante. Por un lado los católicos
exaltaban la figura de María, la coronaban de dones y virtudes y de títulos. De
este modo se alejaban de las otras confesiones cristianas que se inclinaban por
una cierta fidelidad hacia las fuentes bíblicas.
Ver también:
María de Nazaret en la Historia de la Iglesia y la Teología respectiva (II parte)
Ver también:
María de Nazaret en la Historia de la Iglesia y la Teología respectiva (II parte)
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